La tribuna de El Puerto

Ensayo y error

Cada vez somos más eficaces en la delimitación de la demanda, para hacer más eficiente la oferta

Publicado: 05/07/2019 ·
10:37
· Actualizado: 05/07/2019 · 10:37
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Alejandro Merello

Dicen que el ser humano posee la capacidad heurística, cualidad a partir de la cual aplica la creación y la investigación a la resolución de problemas. Es el uso de la divergencia que empleamos en este método de ensayo y error, el que llevado a la arena política nos conduce al hastío en el caso del ensayo y a la desesperación en el del error.

La divergencia siempre ha sido valorada de diferente manera en la historia de nuestra civilización. Así, en épocas menos democráticas y pasadas, aunque no en todas las latitudes, la diferencia de pensamiento era perseguida y castigada. Hoy, parece que la divergencia enriquece la condición humana, ¿o no es así? A diferencia de democracias más asentadas, la nuestra sigue inmersa en el ensayo y error.

No digo yo que nuestro estado de derecho no merezca una renovación constante que lo acerque, cada vez más, a nuestras pretensiones como sociedad. Pero, como decía aquel: “los ensayos, con gaseosa”.

Por otro lado, creo que una prueba irrefutable de nuestro avance tecnológico es la especialización en la satisfacción de necesidades. Cada vez somos más eficaces en la delimitación de la demanda, para hacer más eficiente la oferta.No crean que divago, no.

En la política hemos unido estos dos conceptos: el ensayo y error, con la especialización. Nacen así múltiples ofertas políticas que, como una colcha multicolor de patch work, acentúan la divergencia.

Lo que pasa es que nuestra divergencia política, que vino en olor de multitudes para combatir el bipartidismo, ha acabado acentuando la diferencia entre bloque de derechas y bloque de izquierdas. Forzando a las dos corrientes a una homogeneidad anti natural, con múltiples diferencias entre la punta de la flecha y su cola.

Y una flecha, por mucho que insistamos en torcerla, jamás será un círculo. Esta amalgama de partidos, azote del bipartidismo, nos ha empujado a la intransigencia del “no es no”.

A solidificar la base del enfrentamiento, aparentemente olvidado, de los rojos y los azules. Y a escenificar la condición humana del egoísmo, donde el único fin pasa a ser el fin personal.

Me temo que estamos en la época del error y sólo nos queda esperar que el próximo ensayo sea fructífero y nos de empuje para evolucionar en nuestro estado de derecho… que, dicho sea de paso, falta le hace.

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