Doñana 50 años

El invento del guarda Vázquez

El guarda Rafael Vázquez inventó como disparar a los ánsares enlas dunas sin que vieran a los cazadores.

Publicado: 07/06/2019 ·
10:08
· Actualizado: 07/06/2019 · 13:04
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Autor

Jorge Molina

Periodista, escritor y guionista. Y siempre con el medio ambiente como referencia

Doñana 50 años

Doñana cumple 50 años como parque y es momento de contar hechos sorprendentes

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El guarda Rafael Vázquez es uno de los miembros de las míticas sagas de cuidadores de la Doñana privada, la que usaban como coto de caza sus dueños antes de 1969. Él fue el inventor, a principios del siglo XX, de una técnica de caza de aves que sin duda es la más original de las que se realizaron en Doñana: la caza de ánsares con los tiradores escondidos en agujeros perforados en la arena.

El cerro de los ánsares es el lugar donde, al amanecer, se concentran estas aves venidas desde los países nórdicos para tragar la arena. Gracias a este mineral, consiguen triturar el duro rizoma de la castañuela, planta de la que se alimentan.

Si se trata de disparar, el cerro es un lugar muy atractivo, ya que la llegada de piezas está asegurada; pero a la par resulta, como su entorno, un lugar descubierto e imposible para aguardar a los animales sin que éstos te descubran. De ahí que el invento de Vázquez resultó todo un acierto.

Se trata de realizar hondos agujeros, lo bastante para que quepa un hombre algo agachado, en el cerro, y así esconderse y no ser avistados por los ánsares. Las aves llegan en tremendas bandadas, por lo que el éxito de la cacería estaba asegurado. Unos gansos amarrados al suelo, llamados cimbeles, hacen de reclamo para que se confíen sus hermanos voladores.

Tal fue el uso del cerro con este fin, que ya declarada Doñana parque nacional, y décadas después, se organizaron batidas de limpieza del hermoso promontorio para retirar los perdigones de plomo de su arena. Hoy día, en las excursiones de visitantes de Doñana, quien se preocupe de buscarlos es posible que todavía encuentre alguno de estos restos de un tiempo cinegético ya imposible. O eso habrá que esperar.

En este enlace, el gran fotógrafo y amigo Antonio Camoyán narra la que fue última cacería en el cerro de los ánsares.

Los cazadores fueron los primeros en señalar la importancia ornitológica de Doñana. Con permiso, claro, del auténtico pionero, el abuelo de los Machado, don Antonio Machado Núñez, uno de los primeros darwinianos de España, que ocupó la cátedra de Historia Natural de la Universidad de Sevilla entre 1856 y 1875 (además de ser rector), y autor del libro que inicia todo: ‘Catálogo de las aves observadas en algunas provincias de Andalucía’.

Bien, pues tras él llegaron Abel Chapman y Walter John Buck, que escriben al alimón dos obras que ejercen una fuerte influencia en la apertura de Doñana para la ciencia: ‘Wild Spain’ (La España agreste), 1893, y ‘Unexplored Spain’ (La España inexplorada), 1910.

Ambas se centran en la caza y la historia natural de diversas regiones, con especial atención a Doñana y las marismas del Guadalquivir. Abel Chapman escribe:

«Para nosotros, el Coto de Doñana ha aparecido siempre como un fragmento de la soledad salvaje de África, arrancado y especialmente preparado para nuestro disfrute en este remoto rincón de Europa… Para nosotros, cazadores, naturalistas y amantes de agrestes desiertos, Doñana representa nada menos que un paraíso en la tierra…» (Memories of Fourscore Years less Two, 1851-1929, Londres 1930).

Chapman y Buck fueron comerciantes en vinos de Jerez, asociados a la compañía Sandeman and Buck, que todavía sonará a los lectores por mantener bodegas. Formaban parte de un sindicato de cazadores que tenía arrendados los derechos de caza de Doñana y la marisma.

(Más información y fotos en www.donana50.es)

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