Coinciden las vacaciones de los que pueden tomarlas con las reclamaciones de todos los que pueden hacerlas. Ya se conocen los derechos de todos, los de los trabajadores y los de los usuarios. Pero lo mismo que desconsuela la situación del que va a la huelga porque entiende que no tiene más remedio para reivindicar lo que entiende que le corresponde en justicia también deja por los suelos ver a los perjudicados por las reivindicaciones de los otros. Serán justas o injustas pero afectan a los servicios públicos y a sus usuarios.
Coincide esta reflexión con las huelgas de las tripulaciones de Ryanair o las de taxis de Barcelona. El tripulante de Ryanair dice que le hacen un contrato como si estuviera trabajando en Irlanda y por tanto con la legislación laboral de aquel país, perdiendo los que le pudieran corresponder con la legislación española, mucho más beneficiosa y evidentemente más cercana para reclamar. Los taxistas protestan por la competencia, que entienden desleal, de las nuevas compañías de alquiler de servicios de transportes con conductor - Uber y Cabify fundamentalmente- que en las grandes ciudades están prestando cada vez más servicios de traslados. Hasta hace bien poco sólo unos pocos vehículos de gran turismo hacían una mini competencia, ahora se generaliza, produciendo un marco insólito para los taxistas.
Como trabajador, la gente se identifica con el que protesta y lo comprende, pero como usuario se solidariza con el destrozo personal que una huelga de esta naturaleza causa en miles de personas. El abandono del que llega a un aeropuerto o quiere trasladarse a él y se encuentra con sus vacaciones rotas o con la imposibilidad de terminarlas por la suspensión de los vuelos o la incapacidad de llegar al destino. Las escenas, con los desconciertos descorazonadores de los viajeros del verano, también duelen, aunque no alcanzan a los del otro mal del verano, los estragos que causan los incendios forestales. El verano pasado fue Portugal, éste le ha correspondido a Grecia, con decenas de víctimas en ambos casos. Hablan los expertos ahora - y produce miedo- de incendios como bombas atómicas.
El verano es dispar. Conciertos y desconciertos. Sonrisas y lágrimas. Muchos congresos políticos con ganadores y perdedores. Viajeros en tierra y viajeros en la orilla del mar. Menos mal que hay agua líquida en Marte y tenemos un ministro de Ciencia que es astronauta.
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