Patio de monipodio

Air alquileres

Como la ambición es ciega, fondos, bancos, promotoras, constructoras, inmobiliarias y propietarios, buscan dinero rápido sea posible o no

Publicado: 03/06/2018 ·
23:20
· Actualizado: 03/06/2018 · 23:20
Autor

Rafael Sanmartín

Rafael Sanmartín es periodista y escritor. Estudios de periodismo, filosofía, historia y márketing. Trabajos en prensa, radio y TV

Patio de monipodio

Con su amplia experiencia como periodista, escritor y conferenciante, el autor expone sus puntos de vista de la actualidad

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Dicen que los españoles gritan. Unos crían la fama, pero todos cardan la lana. Será que, como “todo lo malo se pega”, los turistas captan al vuelo las “costumbres locales” que más les interesan pues la principal queja de los vecinos de pisos de “uso turístico” es que no los dejan dormir. También una de las ventajas de ese alquiler: en los hoteles se puede participar de las fiestas y veladas que el hotel organice, pero no se permiten en habitaciones ni pasillos, que tienen, exactamente, el mismo fin que las viviendas. Pero los turistas de las tan de moda plataformas de alquiler, no lo entienden. Ni las plataformas. En un apartamento o piso “turístico”, ninguna dirección hotelera les impide tener música, baile, gritos, saltos y copas hasta la madrugada, o hasta por la mañana. No tienen hora de levantarse, al contrario de sus vecinos, los que viven allí permanentemente (es un decir, porque la Ley los obliga a nomadear cada tres años), los que, aburridos, empiezan a dejar sus viviendas y a buscarse otras, a mayor beneficio de los propietarios, para otro máximo de tres años, para regodeo y felicidad de las plataformas de “alquiler turístico”. Los turistas podrían ser hospedados en edificios de apartamentos suficientemente aislados, donde puedan dejar alegremente las toallas en el suelo y con ellas tapar las vomiteras de sus noches de fiesta. Que los aguante el dueño, no los vecinos. Pero no, con la ayuda del Gobierno español y de la Comisión Europea, que lo niega pero colabora y favorece a las plataformas, prefiere ir dejando vacíos los centros de las ciudades, libres para quienes acudan a ellas unos cuantos días, pero reportan al codicioso propietario (o la codiciosa propietaria) un alto beneficio inmediato, aunque, en el cómputo anual y de gastos, casi nunca alcance el de un alquiler normal.

Es sólo uno de los problemas creados al común por los “pisos y apartamentos turísticos”. El otro es la codicia. La banca vende a fondos buitre las viviendas que niegan a las familias necesitadas aunque así podrían ganarle más, para que suban precios como si no quisieran venderlas ni alquilarlas. La ley española protege al propietario, aunque la gente viva en la calle y los pisos sigan vacíos. Debería importarles, pero las familias no son “la familia”.

Como la ambición es ciega, fondos, bancos, promotoras, constructoras, inmobiliarias y propietarios, buscan dinero rápido sea posible o no. La tasación busca el precio máximo del sector, y la envidia lo engorda; la del vecino que quiere ganar emulando a su vecino, y los precios suben muy por encima de lo razonablemente posible. Las plataformas turísticas redondean: Si se obtiene en cinco días igual o más de lo ganado en un mes, todos quieren alcanzar la misma cifra. Los ojos se hacen trasunto de caja registradora, aunque la torpeza propia del egoísmo mantenga cerrada su propiedad durante meses.

En el Estado español falta algo más de un millón y medio de viviendas. Pero sólo protegen la especulación en beneficio de los propietarios, chicos o grandes, da igual, a costa de tener gente durmiendo en la calle, o familias enteras viviendo en una habitación. Total, se trata de no tocar el negocio de la familia.

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