Notas de un lector

Dos voces andaluzas

Bajo el título de “Trasmallo” ve la luz una bella antología del poeta Joaquín Márquez. Juan José Vélez Otero publica“Dióxido de carbono”

Bajo el título de “Trasmallo” (Devenir. Madrid, 2016), ve la luz una bella antología del poeta Joaquín Márquez. Este sevillano del 34, afincado desde hace décadas en Sanlúcar de Barrameda, tiene en su haber, amén de sus cuatros novelas, una amplia obra lírica, jalonada por muy diversos y prestigiosos galardones.
Por eso, esta entrega subtitulada “Selección de poemas 1974 – 2012”, resulta tan oportuna, al reunir una interesante muestra de su quehacer  tras tantos años al pie del verso.

     La lectura de este florilegio confirma que el decir de Joaquín Márquez se sostiene sobre un compendio de cavilaciones vitales que se afilan y se integran en un mensaje clarificador y humano. La personal forma en que el vate andaluz contempla cuanto respira en derredor de su alma, cuanto hay detrás de la vida y de la muerte, ocupa buena parte de la temática que aglutinan los textos aquí recogidos.
La ventura y la desdicha, el amor y el dolor, lo presente y lo ausente, los soles y las sombras…, son reveladoras  dicotomías que surgen desde la profundidad de su cántico, tal es el caso de “Epílogo bajo un chaleco de punto”: “Ha pasado bastante tiempo, tanto/ como para que aquel eterno amor quedara/ reducido a cenizas./ Y, de pronto, hoy -ya invierno-,/ gracias a tus hermosas y diligentes manos, compruebo que el calor de esa fecha/ sigue intacto en mi vida”.

   Un volumen, en suma, que nace desde la verdad de un poeta que domina los metros y las formas con sobria sabiduría y que lleva años apuntalando desde el sincero fluir de su pluma la suave trasparencia de las palabras.

     Un año después de la edición de “En el solar del nómada”, Juan José Vélez Otero (Sanlúcar de Barrameda, 1957)publica“Dióxido de carbono” (Valparaíso Ediciones. Granada, 2016).
En esta ocasión, sus versos geografían un vívido desasosiego, una melancólica y pulsante melodía que el yo lírico va envolviendo bajo el manto sombrío de su acontecer. Lo palpable, lo revelado e incluso lo imaginado, devienen en una expresividad polivalente que no aparta su mirada de cuanto fue fulgor y ya es opaco pretérito: “Está la tarde gris y estás en casa desmantelando/ el tiempo, no el que pasa, el que ha pasado ya/ y que no olvidas, el que anunciaba éste/ y que no oías./ En tardes como ésta la vida entera cabe,/ cumpleaños sin luz, renuncia y calma”:

Ese tono de tristura y desolación, no esconde, sin embargo, el brillor de una poesía que se desnuda y que se torna hermosa canción del ayer, balada sepia de un pasado donde las remembranzas son ahora azul realidad, insomne latido: “Es la muda presencia de aquella voz de entonces,/ es el ciego recuerdo que me abre ventanas/ para vivir, amor, para vivir”.

En este mapa de íntimas soledades, encontrará el lector poemas para saborear y releer  -“La morera blanca”, “Micaela”, “Otoñal”, “El nombre”, “Ubi Sunt”-, que confirman, a su vez, la voz de un poeta que pule y escribe con nitidez su versoy que asciende un nuevo peldaño  en su meritorio quehacer: “Paso horas varado/ mirando en la ventana,/ esperando la brisa de la vida,/ reclamando sus deudas”.

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