Notas de un lector

Erich Fried, amor y compromiso

Oportuna y reveladora la compilación que, bajo el título “Cien poemas de amor”, de Erich Fried, acaba de ver la luz en la editorial Hiperión.

Oportuna y reveladora la compilación que, bajo el título “Cien poemas de amor”, de Erich Fried, acaba de ver la luz en la editorial Hiperión.
De padres judíos, Fried nació en en Viena en 1921. La anexión de Austria a la Alemania de Hitler en 1938, marcó un antes y un después en su existencia. Sus padres y su abuela materna  murieron a manos de los nazis. Con tan solo 17 años, Fried tuvo que abandonar su ciudad natal y marcharse a Londres; poco después de su llegada, fundó una organización de autoayuda de la juventud emigrante.

    Su inclinaciones literarias se manifiestan de forma temprana y, en 1940, da a conocer sus primeros poemas. De 1944, data su poemario inicial, “Deutschland (Alemania)” y, de 1945, el segundo “Österreich (Austria)”. A éstos, seguirían más de una veintena de volúmenes de poesía, que conforman una obra meritoria y de amplios eco y éxito, jalonada, a su vez, por importantes galardones: Prix International des Éditeurs (1977), Bremer Literaturpreis (1983), GrosseÖsterreichischeStaatpreis (1985) y Georg-Büchner-Preis (1987).

     La introducción y selección han corrido a cargo de Anacleto Ferrer, así como sus rigurosas traducciones que ha vertido al castellano. En su Semblanza de Erich Fried, Ferrer acerca al lector las claves creativas del autor austriaco, junto con el firme compromiso político y social que discurrió en paralelo a su labor intelectual: “El vienés, heredero del tono seco y coloquial de Brecht, pero también del pesimismo satírico de KurtTucholsky o la mordacidad intransigente de Karl Kraus, combina la actitud de protesta ante los “tabús” con una poética cotidiana  en la que nos habla con lenguaje directo de sus dudas y temores”.

     Leyendo pausadamente este centenar de textos friedianos, he recordado a Ortega y Gasset, quien afirmaba que el amor no era exactamente aquello que produce el amor, pues éste se presenta como una insatisfacción eterna, que deriva en una gravitación hacia lo amado, una emanación continua, una irradiación psíquica.
Y precisamente, en algunos de los poemas aquí seleccionados,  Erich Fried se entrega a esa sensación de insaciable anhelo, de ambiciosa incertidumbre: “¿Quién te añora/ cuando yo te añoro?/ ¿Quién te acaricia/ cuando mi mano te busca?/ ¿Soy yo o son/ los inicios de mi vejez?/ ¿Es mi coraje de vivir/ o mi miedo ante la muerte?”.
Además, en esa búsqueda constante y coherente que realiza en pos de una estética amatoria donde prime la solidaridad, la libertad, la comprensión o la dicha, Fried parte de una realidad que circunda no sólo el corazón, sino también la razón salvadora, balsámica, que sea verdad y no fingimiento, que sea lumbre y no desengaño: “No esconderse/ de las cosas/ del tiempo/ en el amor/. Pero  tampoco/ ante el amor/ en las cosas/ del tiempo”.

   En suma, un notable y revelador tratado amatorio, donde hay belleza y contradicción, tesón y paradoja, integridad y deseo: “Cuando te beso/ no sólo es tu boca/ ni sólo tu ombligo/ ni sólo tu pubis/ lo que beso./ Beso también tus preguntas/ y tus deseos/ y beso tus reflexiones/ tus dudas / y tu coraje/ tu amor por mí”.

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