Hablillas

Realidad triste

Sólo lo sabrán ellos. Eso sería señal de que algo hay en su interior. Son personas, son hijos y una vez fueron niños.

Estas líneas que hoy asoman se escribieron durante la primera mañana gris y lluviosa después de varios meses. Las nubes densas no permitían que la vista se alejara más allá del caño, sin embargo un punto blanco y potente la atraía recordando su necesidad para las obras del tranvía que invaden el estero.

Ansiada llovizna, murmullo arrullador que sosiega al romántico y exaspera al inquieto, sol de tarde a mediodía que oscurece la retama, que ennegrece el verdor de la hierba,  pasto agrio donde crecen y se multiplican los vinagrillos. Hermosa postal donde el espectador, oyente y lector encuentran el color y el equilibrio para ubicarse en la realidad diaria, la realidad triste que desde hace días nos despierta.

Termina una semana horrenda por lo relacionado con la infancia, con los más pequeños y débiles cuya forma de expresión es el llanto nervioso y desconsolado, el estiramiento de brazos implorando protección, la mirada aterradora del desamparo. La prensa y los noticiarios informaron sobre un niño que fue arrastrado por una ola en Asturias, una niña que en Vitoria fue lanzada por la ventana de su domicilio y un grupo que fue víctima de unos titiriteros en un espectáculo de carnaval en la plaza del Canal de Isabel II de Madrid. Salvo el primero que fue accidental, los otros son hechos que van más allá del maltrato y sus consecuencias, que se alejan tanto que desemboca en vil atentado a su desarrollo natural.

Es un apuñalamiento del período que, en el tercero de los casos citados, este grupo recordará toda su vida, etapa que ha quedado destrozada por sugestión mental, dicho esto con el permiso de los profesionales quienes, sin duda, denominarán adecuadamente tal barbarie.

Son noticias que generan más conclusiones que opiniones e inevitablemente se echa la vista atrás para recordar aquel tortazo de mamá por no comernos el potaje, el cachete en el culete por contestón o un par de sábados sin jugar al fútbol por traer un suspenso, castigos que les dolían más a los padres que a nosotros, castigos que quizás nos ablandaron un poco a la hora de imponerlos a nuestros hijos,  que quisimos evitar con el razonamiento, castigos que perdonamos pero que hicimos que se cumplieran negociándolos de mutuo consenso, no sólo por la disciplina sino por la educación en el respeto, algo que hoy se extravía. Por más vueltas que se le dé, por más tertulias monotemáticas audiovisuales que lo mencionen y lo traten el argumento es uno, concreto y concluyente. Hacia dónde nos lleva esta marea que se va extendiendo día a día. Una marea por la que navega una sociedad dividida,  decepcionada, intranquila, asustada.

Estas noticias pasarán a otro plano porque otras serán las que acaparen la realidad diaria donde ubicarnos y estos titiriteros, estos maltratadores pronto se mezclarán con la gente, volverán al trabajo, a sus casas, pasearán por su barrio, retomarán sus vidas, pero ¿lo harán con esa mezcla de preocupación y desconfianza? Sólo lo sabrán ellos. Eso sería señal de que algo hay en su interior. Son personas, son hijos y una vez fueron niños.

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