Notas de un lector

La musa sangrienta

Considerado uno de los poetas de guerra británico más destacados del pasado siglo, Wilfred Owen (1893 - 1918) vuelve a cobrar actualidad, gracias a la excelente edición que acaba de ver la luz en la ourensana Linteo, bajo el título de Poesía Completa

Considerado uno de los poetas de guerra británico más destacados del pasado siglo, Wilfred Owen (1893 - 1918) vuelve a cobrar actualidad, gracias a la excelente edición que acaba de ver la luz en la ourensana Linteo, bajo el título de  “Poesía Completa”
A la cuidada traducción de Antonio Linares Familiar, se une la ilustrativa introducción que él mismo firma, y que ayuda a conocer más y mejor las claves humanas y creadoras de este singular autor.

     Con apenas 20 años, Wilfred Owen decidió convertirse en ayudante de un reverendo laico, HerbetWigan, con el que descubrirá, según palaras del propio Owen, “…que ninguna religión merece la pena, salvo la realidad vital”. Desde esa certidumbre -que le acompañará el resto de su vida-,  creó una vasta obra lírica, si se tiene en cuenta que murió con tan solo 25 años.
Si bien sus iniciales devaneos sostenían la manifiesta influencia de los románticos -Shelley, Keats…- y su temática rozaba la sencilla estética de la conciencia del Hombre y su comunión con la Naturaleza, sus extremas y desconsoladoras experiencias en el frente variaron su  filiación y rumbo poéticos.

    En el otoño de 1915, decide alistarse en el 28th London Regiment. Desde entonces, y tal como anota en su prefacio Linares Familiar, Owen “llegó a  la guerra  para entregarse y abrir sus poemas a un caudal de imágenes y sensaciones donde acunar esa crueldad, convirtiéndose en una de las voces que empezaron a expresar lo que la guerra era para aquellos que penaban, morían o sobrevivían a aquel desastre”.
Tal vez, por ello, exprese tan claramente en uno de sus poemas: “Yo sé, (lo sé demasiado bien)/ que no veré la misma vida dulce otra vez,/ ni el querido Sol, ni las estrellas, ni la frágil Luna”.

     Su quehacer corre paralelo a su carrera militar y llega a ser ascendido a teniente. Pero la dureza de sus vicisitudes bélicas, lo llevarán a finales de 1917 hasta el Hospital Craiglockhart de Edimburgo, donde es atendido durante un tiempo de estrés postraumático. Precisamente allí, conoce a SiegfriedSasoon, poeta muy reconocido por aquel entonces, y con el que iniciará una profunda e íntima relación.
El decir de Wilfred Owen, comienza entonces a virar hacia un plano más compasivo, de evidente complicidad para con el sufrimiento de todos aquellos jóvenes que luchan por un país y una causa, pero a los que el futuro les está casi vedado : “¿Qué velas se pueden llevar para honrarles?/ No en manos de los muchachos sino en sus ojos/ brillarán los sagrados destellos de las despedidas”-; y, para  los que, además, no quedará sino el amargo desconsuelo de un adiós cruel e inmerecido: “Allí estaba yo pendiente de los Muertos: pero ningún fantasma despertó./ A cada uno a los que la Vida exilió, llamé y nombré./ Pero estaban demasiado lejanos, o mudos, o esclavizados,/ y ninguno se giró hacia mí o me habló”.

     La tragedia y el abismo de aquella Primera Guerra Mundial se clavaron en la mirada y los versos de Owen como una musa sangrienta, y ni tan siquiera la fortaleza de su alma ni de su  humano y solidario empeño, pudieron sustraerlo de un trágico fallecimiento. Murió el 4 de noviembre de 1918, mientras dirigía a sus hombres en una ofensiva en el Canal del Sambre: “Uno muere de guerra como de cualquier vieja enfermedad”.

Envía tu noticia a: participa@andaluciainformacion.es

TE RECOMENDAMOS

ÚNETE A NUESTRO BOLETÍN