Notas de un lector

Al fondo de un recuerdo

Bajo el sugerente título de “Todas las estrellas solitarias”, se reúne una amplia muestra del quehacer de Miguel Losada. Esta compilación, acoge poemas de libros ya editados, como algún adelanto de futuras entregas que están en proceso de creación.

Cuando hace ya una década, Miguel Losada dio a la luz su segundo poemario, “El bosque azul”, escribí desde este mismo espacio que su poesía se abrochaba delicada y confesional, lúcida en su transparencia Por entonces, se adivinaba también el permanente diálogo que el poeta entablaba con el melancólico devenir de la naturaleza y como la memoria volvía con frecuencia hasta la posesión que otrora fuera esencia enamorada, turbador paisaje que antaño iluminara la dicha.

    Tras aquel volumen, este vigués del 59 -hombre polifacético y agitador cultural, que reparte su intensa actividad entre conferencias, cursos, organización de ciclos de cine  y poesía, revistas literarias…, que coordina desde hace años “Los viernes de la Cacharrería” en el Ateneo madrileño, además de ejercer como crítico cinematográfico en prensa, radio y televisión-, ha mantenido su incesante idilio con la poesía.
Ahora, bajo el sugerente título de “Todas las estrellas solitarias”, se reúne una amplia muestra de su quehacer. Esta compilación, acoge poemas de libros ya editados, como algún adelanto de futuras entregas que están en proceso de creación.

     El amplísimo estudio que firma Fermín Higuera -más de cuarenta páginas-, sirve para poner en antecedentes al lector sobre las claves humanas y literarias que signan el decir de Miguel Losada:“Quizás `Todas las estrellas solitarias´, sea un viaje hacia la serenidad del estilo y las maneras y también hacia la paz conseguida tras un periplo por las encrucijadas y las paradojas de la oscuridad”.

    Este “viaje” es, al cabo, un personal recorrido que va desde la blancura de la ausencia hasta el resplandor del corazón, desde los albores del deseo hasta la amenaza del olvido: “¿Qué nos queda del mundo en que vivimos,/ un pedazo de lienzo y unas fechas?/ ¿Dónde fueron los días tan radiantes,/ el dedal de algodón,/ el viento en la cometa?/ Cierro los ojos/ y el tiempo se desmaya/ en el espejo”.
Hay ocasiones, en las que el vate gallego desnuda el alma y deja emerger sus anhelos, aprehende sus deshielos y no permite que entre su versos quede ninguna arista que impida anudar a su sentir la certidumbre de la existencia: “Necesito tan poco/ para saciar mis días./ Tan sólo busco un sitio/ para dormir en calma,/ algún lugar tranquilo/ al fondo de un recuerdo/ o una calle sin prisas/ donde dejar a un lado/ el perfume que inunda/ las islas del deseo”.

     Al hilo de un verso fluido y dócilmente ritmado, Miguel Losada vertebra un sustantivo universo que esconde tras la aparente sencillez de su discurso una notable emoción vivencial, concretadaen un armónico yamatorio mosaico: “No hay nada más nocturno/ que tu boca, ni roce más suave/ que tu mano/ para evitar el rapto/ de las horas”.

     Una antologíadonde resuenan lo ecos de un esmerado lirismo, que se acomoda en el interior del alma lectora con suma hondura y que canta y cuenta la triste y dichosa belleza del ser humano,  de su natural esencia: “¡Ah, si el hombre/ pudiera levantar su deseo/ como el halcón su presa/ en el azul del aire!”.

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