Notas de un lector

Como un denso manantial

Con “Plural de sed” (Lastura. Col. Alcalima. Madrid, 2015), Francisco Caro alcanza su noveno poemario. Desde que en 2006 viera la luz su primer libro, “Salvo de ti”, el poeta manchego ha ido sumando nuevas entregas y reconocimientos al hilo de una poesía cada vez más afilada, más madura

Con “Plural de sed” (Lastura. Col. Alcalima. Madrid, 2015), Francisco Caro alcanza su noveno poemario.
Desde que en 2006 viera la luz su primer libro, “Salvo de ti”, el poeta manchego ha ido sumando nuevas entregas y reconocimientos al hilo de una poesía cada vez más afilada, más madura, y tamizada en su mayor parte  por una veta humana y confesional.
En su anterior volumen editado, “Cuerpo, casa partida”,-galardonado con el premio Leonor”-, Francisco Caro anotaba: “Escribir es estar siempre esperando,/ vigilar el temor del nuevo día”. Como serena poética, sí, serviría este aserto a la hora de sumergirse en estos nuevos versos que ven ahora la luz.

     Escrito hace casi una década -al margen revisiones y algunas recientes aportaciones-, “Plural de sed” surge como un sobrio conjunto de sentimientos, remembranzas, nostalgias, rumores, misterios…, que acercan al lector el íntimo espacio de un poeta que escribe de manera límpida.
Dividido en cuatro apartados, “Cuando por fin logré”, “Courante (Mientras las aves)”, “Rondó en las Tablas” y “Pavana (Habitación de hotel”), el libro mantiene un marco común y solidario: los ecos de un yo lírico que asoma su verdad y su anhelo por las esquinas pos las que el lector sanará su sed: “Volverán, me advertiste,/ otra vez los afanes/ del tacto en la espesura/ de las vegetaciones, beberán/ nuestras bocas la urdimbre/ de las fuentes/ regresará a nosotros/ cuanto tuvo de cauce la belleza”.

     En un loable empeño de precisa y palpable condensación, Francisco Caro apuesta por un discurso donde cabe la trasparencia -que no la tiniebla-, lo sugestivo -que no lo evidente-, lo acabado -que no lo que principia-…, de ahí, que su mensaje se torne siempre cercano y pleno de lirismo.
Además, el poemario recorre con incesantes pisadas los territorios del amor y del deseo, los paisajes donde la vida fue fulgor, brasa dulce y azul, morada de sueños y realidades compartidas: “Juguetea/ tu apetito conmigo/ y las palabras suenan como un denso/ manantial de tu boca/ alzas y brillan/ en tus labios las frutas/ que dices dadas/ como si fueran líquida ceniza/ como si fueran pulpa que atesora/ el vigor, ya libado, del poema”.
Pero no todos los escenarios ni los instantes vividos son dichoso recuerdo. También la ausencia o la tristura,  vertebran momentos donde el corazón es laberinto, debilidad y lejanía: “A quien he de pedir/ noticias tuyas,/ sino a las aves./ Si amaneciese,/ si cundiera el rumor entre los álamos,/ y el gorjeo me hablara/ de distancias y siempres,/ a quién he de rogar, sino a las aves,/ que carteen la sed de nuestra brama”.

Afirmaba Borges en su libro,“Otras inquisiciones”,que “las emociones que la literatura suscita son quizás eternas, pero los medios deben constantemente variar, siquiera de un modo levísimo para no perder su virtud”.
Paco Caro lleva demostrándolo hace ya casi una década, pues en cada poemario modula y modela su verso y su verbo con destreza, con los cálidos recursos que debe comportar la poesía bien hecha y bien dicha: “¿Regresaré a tu pecho, a sus altas razones,/ a tu bruma y tu cuello/ aterido después de los combates?/ ¿Regresaré hasta el vaso/ ahondado por la sal y por tus dudas/ donde inclinada/ y en tensa lentitud mi sed bebía?”.

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