La aparición del volumen “Cuba Guajira” (Fundacion Cajasol. Sevilla, 2015), de Juan Salido, me ha traído a la memoria el conocido aserto de que “la fotografía no puede cambiar la realidad, pero sí mostrarla”.
Las 70 instantáneas que componen este bello atlas fotográfico, son un claro testimonio de lo que aún puede encontrarse entre lo más profundo de las tierras y las gentes del campo cubano. Este íntimo recorrido por un sinfín de vivencias, de reveladores rincones y variadísimos protagonistas, se ha sometido a un riguroso proceso de selección, pues fueron más de siete mil las fotografías que el artista jerezano realizó en sus distintos viajes a la isla caribeña.
El hermanamiento entre la sevillana Utrera y el municipio de Consolación del Sur -a través de su común patrona, la Virgen de Consolación-, permitió a Juan Salido llegar en 2004 hasta esta región situada en la provincia de Pinar del Río.
Allí, se vio sorprendido no sólo por la plasticidad del paisaje, sino por “la generosidad, la espontaneidad y la solidaridad del campesinado cubano, un colectivo donde no existe el rencor”. Y al hilo de las aquí reunidas, puede corroborarse tal afirmación, porque detrás de las miradas, de los gestos, del diario acontecer de todos estos hombres, mujeres y niños, hay un espacio para la sonrisa, un hueco para el asombro, un lugar para la dicha.
En sus palabras previas, Antonio Pulido, presidente de la Fundación Cajasol, anota que “ a lo largo de estas páginas, descubriremos cómo el auténtico espíritu de un pueblo nos inunda con sus miradas y paisajes más mundanos”.
En su ilustrativo prefacio, Bernardo Palomo ahonda en la trascendencia de la estética neorrealista y la vigencia actual de dos grandes figuras de la fotografía del siglo XX, Robert Doisneau y Robert Frank, y escribe: “Juan Salido, como hicieran los neorrealistas cinematográficos, acerca la cámara a los anónimos protagonistas que posan sin actuar, dejando desentrañar el infinito tiempo de sus miradas, la eternidad de un tiempo que se sabe imperecedero, los gestos inalterables de una vida desapasionada”.
La mayor parte de las fotografías, tienen a la caña de azúcar y el tabaco, como principales actores de este calidoscopio por el que asomarse a la conciencia e identidad de un país. Además, la oportuna edición de este álbum blanquinegro, pleno de autenticidad humana e histórica, coincide con una época de reinicio de relaciones de Cuba con Estados Unidos y de mayor aperturismo. Es pronto para aventurarlo, pero es muy probable que la situación que vive a día de hoy el campesinocubano, gire radicalmente. Y como testimonio necesario e imprescindible para que aquel tiempo perdure siempre en la retina, quedará esta visión sugestiva, sincera y abarcadora.
“La fotografía para mí no es mirar, es sentir. Si usted no puede sentir lo que está mirando, entonces nunca va a lograr que otros sientan algo cuando miren sus fotos”, confesó tiempo atrás el fotógrafo londinense Don McCullin.
No cabe duda de que Juan Salido, siente, vive y ama su trabajo. Y no hay mejor cámara que los ojos y el corazón del propio fotógrafo.
Con ellos, y con su almada pasión, Juan Salido ha culminado este excelente trabajo.
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