Tras más de tres décadas de pasión y pulsión poéticas, Carmina Casala da a la luz, “Por dentro de la vida. Antología Poética 1981 - 2013” (Eirene Editorial), una compilación que reúne muestras de sus siete libros publicados: “Las aristas del silencio” (1981), “El clamor sin perfiles de las aguas” (1983), “Ahora que las algas agonizan” (1986), “Lava de labios” (1988), “Octubre sin raíz” (1996), “Albaluna” (2001) y “Desde la otra arena” (2005); además, se incluye un adelanto de lo que serán sus dos próximas entregas:“África en la piel” y “Los círculos del agua”.
Desde su bautismo lírico,Carmina Casala ha mantenido una gran coherencia creadora, una luminosa plasticidad verbal, que han sido claves a la hora de vertebrar una obra trasparente y conciliadora. La sabia cadencia de su verso, la sobriedad de su mensaje y la equilibrada realidad que circundan sus temas, devienen en una poesía cercana y de visible madurez.
En su prefacio, Elvira Daudet destaca que en el decir de esta escritora, “todo se somete al valor supremo del amor, pero un amor tratado con una sabiduría y una elegancia exquisitas (…) Un amor sublimado por el hombre, que la poeta hace extensible a todas las criaturas a las que envía el consuelo de su palabra sanadora”. Y en efecto, su cántico retiene y contiene un bálsamo que se derrama de manera fluida y candente y se alza hecho promesa en el alma lectora: “Me declaro mujer/ que busca realidades/ donde en otro tiempo sólo hubo quimeras,/ y mañana, tal vez,/ atraparé el relámpago/ que ofrece claridad a la belleza (…) Me declaro mujer en lo absoluto/ y espero sobrevivir/ a la materia”.
Poco a poco, el quehacer de la autora guadalajareña fue ganando consistencia y sobriedad y sus poemarios fueron sucediéndose sin pausa, pero sin prisa. Sus versos se iban salpicando de una evidente filosofía del sentimiento, donde un yo poético tenaz y en primera personaconformaba un sólido universo junto a las pequeñas cosas que integran la existencia: “Dame la mano, mundo,/ que encima del corazón/ tirita un nuevo verso”.
La concesión de un accésit del premio “Adonáis”, en 1987, por “Lava de labios”, marcó un sonoro punto de inflexión en su trayectoria. Aquel poemario, certificaba una voz femenina y rotunda, plena de atractivos, que albergaba un discurso confesional y cautivador: “No estoy aquí para vivir/ sino para justificar tu existencia/ para concebir burbujas/ que se parezcan a tu tacto./ Soy hija de la noche/ y sólo puedo subsistir/ en el túnel de tu boca”.
La inexorable huida del tiempo, la interiorización de la cotidianidad, la imperfección de saberse mortal, la inocencia del corazón, las deshoras de la soledad…, pueblan, al cabo, estas páginas en las que, también, caben lunas, sueños, alcobas, pecados, enigmas, dichas, pasiones, naufragios, espejos, silencios… y un buen puñado de remembranzas: “A veces la memoria se vuelve insoportable,/ hace daño, apaga las farolas, sacude las mareas/ y deja que naufraguen todas las caracolas”…
Oportuno y necesario, pues, surge este florilegio, que ofrece una importante y variada selección lirica de una autora que respira y ama la poesía, y que deja su esperanzada huella junto al corazón: “Pero no hay precipicio,/ sólo un vértigo intenso/ semejante al amor,/ tan desmedido,/ tan elevado y último”.
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