Bajo el título de “Nacer del Fuego” (Polibea. Col. El levitador), Pepa Nieto da a la luz un nuevo poemario. Poetisa de amplios registros, en esta ocasión vertebra su decir bajo un ámbito de acentuado erotismo. Un erotismo que, como anota Ana Rossetti en su prefacio, pretende “ensanchar el límite del propio mundo para dar cabida a otra geografía”.
Con fecunda naturalidad, Pepa Nieto ha esculpido un volumen en el que reivindica una búsqueda permanente de sí misma, a través del deseo y de un intimismo comunicativo, ajeno a cualquier superficialidad. Su lenguaje apuesta por la tensión permanente que nace de una voluntad liberadora: “Soy, sin ambiciones, una mujer amando./ Puedo intuir sin más/ el sabor agridulce de tus dientes,/ aprovechar que muerdas/ estos labios a tu gusto./ Todos mis territorios son el tuyo”.
Dividido en dos apartados, hay en estas páginas un sentir unitario que se sostiene sobre una poderosa sentimentalidad. Aquel fuego nacido desde los adentros, va derivando en un fulgor que se consume y que se torna ausencia: “Es la quietud total del miedo,/ se palpa en el pasillo de la nostalgia,/ la soledad enamorada”. Remontar la derrota del corazón y hallar en los pliegues del futuro un tiempo donde celebrar lo que se ama, pareciera ser el bálsamo preciso para afrontar lo venidero: “Todo ha de ser otra vez nuevo,/ otra vez/ como me habitas siempre,/ como nos habitamos”.
Poemario, al cabo, donde nada queda al azar y que refrenda esta apuesta valiente, reveladora de una voz consistente y sugestiva: “Tú y yo, mojados./ Un río”.
Tras la aparición el pasado año de “Tal vez huésped”, Carmen Crespo publica “De música y otras pieles” (Polibea. Col. El levitador. Madrid, 2015).En esta ocasión, su verbo surge impregnado de notas e imágenes sobre las que ha vertido su personal lirismo.
En la primera parte, “De música”, resuenan muy variados ecos –Keith Jarret, Brahms, Dvorak, Gluck, Miles Davis…-, que la poetisa cacereña ha modulado con acierto y ha hecho plenamente suyos. Lo culto, lo coloquial, lo meditativo, incluso lo irracional…, encuentran su lugar en esta ordenada y atractiva partitura: “con el calor/ llegó el sonido/ la cal de la memoria/ y sus cristales/ en qué lugar/ del pecho/ convertimos en grava/ lo puro”.
Como bien apunta Manuela Sola Castro en su prólogo, “Carmen Crespo se asoma al mundo además de con los ojos, con los oídos y con el tacto”. Y desde esa sinfoníade sentidos exprime un verso dilatado y plural: “alimentaron a/ sus hijos/ con leche amarilla con/ la misma leche/ que fue/ germen/ espuma/ donde prenden los injertos”.
Su segundo apartado, “Y otras pieles”, remite a un buen número de cuadros y pintores -Olga Sacharoff, Cêzanne, Goya, Turner, María Blanchard, Picabia…- que sirven para que el lector mantenga alerta su alma y su retina. Y así, desde esas pieles -¿pinceles?-, se derrama una personal y solidaria cartografía de cromáticos y alados poemas: “ángeles como ráfagas/ desvelados entre las sierpes/ dónde/ estaréis/ ahora/ desnudas aves en descenso”.
Un libro, evocador y atrayente, que despliega un profundo universo de plástica sonoridad: “lo que sucede/ más allá de la tela/ no es más que un leve ladrido que/ apenas resiste como un ingrato/ y/ sordo rumor”.
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