Patio de monipodio

Gobernar

Pagar, es decir, contribuir, es deber de buen ciudadano. Vaya: procurar bienestar para el ciudadano es deber de todo buen gobernante...

Pagar, es decir, contribuir, es deber de buen ciudadano. Vaya: procurar bienestar para el ciudadano es deber de todo buen gobernante. De dónde se deduce que, proporcionalmente, hay muchos más buenos ciudadanos que buenos gobernantes. Pagar es una obligación, pero administrarlo bien es obligación doble, porque la Administración tiene más responsabilidad que el ciudadano, que para eso es quien hace las leyes y debe (debería) predicar con el ejemplo. Y administrar bien supone no favorecer a los amigos, no torcer el destino del dinero (que incluye olvidar el camino de Suiza, Bahamas, Gibraltar ó Djibuti, entre otros); no dar preferencia a las eléctricas ni a los bancos sobre el pueblo, para que pueda seguir siendo soberano; no insultar a nadie suponiendo, o queriendo suponer, que la gente va a comedores sociales “para no cocinar”, o “descubriendo” que “hay niños pobres porque sus padres son pobres”, o lamentando que los niños andaluces reclamen el mismo derecho de cualquier otro a comer tres veces al día.

Administrar bien es resolver el problema de la vivienda, en vez de potenciar la descocada subida de precios, para acumulación de unos y miseria de otros. Administrar bien es ser buenos gobernantes y no airear el mensaje de que robar al ladrón merece perdón eterno. Gobernar no es mandar, no es tomar decisiones en función de preferencias personales ni, menos aún, de intereses gremiales, partidistas, de corporaciones poderosas, de concentraciones económicas denominadas “lobbies” con apariencia de lobos, en el sentido más nefasto de la imagen atribuida al depredador. Gobernar es respetar al ciudadano a quien se supone soberano, porque si no estaríamos en una nefasta dictadura. Y para dura ya tenemos la faz de muchos mandamases. Gobernar no es saltarse la Constitución y reformarla sin contar con el soberano pueblo que la votó, porque eso viola el fundamental principio de la soberanía popular. Ni es dictar leyes para coartar ó disminuir libertades de expresión y de manifestación. Gobernar, en democracia, es incompatible con dejar en la calle al ciudadano, sin un  techo bajo el que cobijarse, ni con hacerle callar a base de multas y condenas de cárcel; no es ocultar desmanes gubernativos ni policíacos, mediante el primitivo y nada democrático sistema de aumentar el erario y autoerigirse en jueces.

Pero, si gobernar bien es respetar las distintas opciones que puede adoptar el ciudadano, es ser responsables en su labor de gobernantes, es administrar adecuadamente, ser sensibles con unos recursos que son de todos y no responsabilizarse de gastos innecesarios, superfluos o, lo que es peor, ilegítimos ¿qué estamos viviendo? Desde el día uno de julio hemos vuelto a ser sospechosos mientras no demostremos lo contrario, como en los mejores tiempos de la -creíamos que- superada dictadura. Desde el día 1 hay que estar de acuerdo con todo y ser sumisos, incluso con muchas injusticias, como un ocasional abuso policial o tener que vivir a la intemperie. Si gobernar bien es tener en cuenta a la mayoría y consultarle las cuestiones fundamentales, las que más afectan a su vida. ¿Dónde vivimos? ¿En qué país, en qué régimen hemos caído?

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