A las puertas de la temporada veraniega, les recomendamos algunos lugares de nuestra Andalucía para desconectar totalmente un fin de semana, para cargar las pilas antes de proseguir con el trabajo diario en espera de las ansiadas vacaciones, para perderse en paisajes, pueblos y experiencias que siempre recordará.
Uno de esos espacios en los que parece que el tiempo se detiene es el Valle de los Pedroches y desconectar todo un fin de semana en cualquiera de los alojamientos rurales que existen, por ejemplo, en el Parque de San Martín, aunque lo recomendable es prepararse para disfrutar de 300.000 hectáreas de paz, tranquilidad, tonalidades relajantes al atardecer y mucha, mucha naturaleza.
Los alojamientos rurales de esta zona se encuentran enclavados entre encinas y dehesas, con paisajes que invitan a sentir la paz y disfrutar del sosiego, que nos cargan de energías para recorrer las decenas de rutas que ofrece el Valle de los Pedroches.
Entre esas rutas está la de Pozoblanco, que cruza praderas de margaritas, vinagrillos, jaras y acebuchales, salpicados por especímenes de la mejor ganadería del mundo: el cerdo ibérico, los rebaños de ovejas o las vacas lecheras, pero también por esa naturaleza salvaje que representa el ciervo, el gamo o el muflón.
Observar el contraste de la dehesa con el paisaje abrupto del Valle del Río Arenoso, en pleno Parque Natural de Sierra de Cardeña es otro aliciente, antes de alcanzar el embalse de Las Tejoneras, donde es imposible no quedarse sorprendido con los juegos de colores del atardecer. Y luego, observen las estrellas, ese espectáculo que sólo puede disfrutarse en plenitud en la naturaleza.
La Ruta de las Grullas, la del Santuario de la Virgen de Luna, de 14 kilómetros y rodeando el pantano de La Colada, o buscar el Castillo de Miramontes en Santa Eufemia, una atalaya de 800 metros desde el que se divisa todo el valle, son opciones recomendables.
Grazalema
Andalucía posee tal cantidad de destinos en los que poder pasar un fin de semana de relajación total, que es difícil escoger. Una de esas alternativas es optar por los pueblos blancos de la provincia de Cádiz y elegir Grazalema, que aunque sea la zona más lluviosa de España, es uno de los pueblos más bellos y mejor conservados del país, con una morfología tan cuidada que ya tiene varios reconocimientos en su haber.
En un paraje natural único, con sus bosques de pinsapos, destacan en Grazalema sus calles empedradas, sus casas encaladas, sus balcones y ventanas llenos de geranios, gitanillas y buganvillas, y sus amplia oferta turística y, sobre todo, gastronómica (el queso Payoyo o sus guisos tradicionales son una obligación), lo que hacen de Grazalema un destino más que aconsejable.
En esta ocasión sí que les recomendamos que se hospeden en el Hotel Villa de Cazorla, a apenas 200 metros de la localidad, una villa que se distribuye a lo largo de tres calles con dos plazas y dos miradores que conforman un aspecto de pequeño pueblo, con un edificio principal con las zonas y servicios comunes, jardines y piscina. A la treintena de villas que posee se une la gran oferta gastronómica de su restaurante y su cafetería, con una terraza de verano, con impresionantes vistas al pueblo de Cazorla y el Castillo de Yedra.
La orografía del terreno es perfecta para realizar deportes de aventura como rafting, rappel, barranquismo, tiro con arco, tirolina, escalada deportiva, piragüismo, etc. De hecho, existen rutas de senderismo programadas, con una buena infraestructura y señalización, para realizar a pie, caballo o en bicicleta, incluso cuentan con empresas locales de 4x4 que permiten el acceso a zonas restringidas, que organizan rutas a caballo, de vehículos todo terreno y de alquiler de quads.
Riotinto
La diversidad de Andalucía es tal que también nos podemos sentir que estamos en Marte. Si no nos creen, adéntrense en la comarca de Riotinto. Sólo por el río Tinto en sí mismo es espectacular, ese rojo cobrizo que emana de la tierra, con bacterias que hasta la NASA estudia con entusiasmo, y sus vestigios mineros merecen una visita. La historia minera de esta amplia comarca se remonta a hace 5.000 años y buena parte de ella la explica y la reproduce el Museo de Riotinto, que es necesario completar con un paseo por el barrio inglés, pequeñas casitas victorianas -muchas habitadas hoy día- que pueden ser visitadas.
Aunque la recomendación principal es que se monten en el tren minero, ataviados con gorra para el sol y botella de agua. El tren, una vieja locomotora de vapor que arrastra vagones de madera, recorre doce kilómetros en paralelo al río Tinto y las explotaciones mineras del siglo XIX: puentes, fundiciones abandonadas, locomotoras en desuso y paisajes espectaculares salpican un recorrido que van explicando los guías. Aunque lo mejor llega al final, cuando el tren para y los viajeros pueden acceder a la orilla del Tinto para comprobar, in situ, el oxido natural que esas aguas impregnan en todo el cauce. Y es inevitable desear llevarse una prueba de ese agua de Marte...
El Levante almeriense, una comarca de contrastes
La propuesta del Levante almeriense es más activa que las anteriores y recorre los municipios de Garrucha, Mojácar y Vera, una de las áreas con más reclamo turístico de Almería, principalmente por el contraste de su orografía, que va desde los áridos paisajes al azul de playas de aguas cristalinas y arenas finas, una comarca con dos mil horas de sol al año, con un fabuloso clima y, por supuesto, con una gastronomía espectacular.
Mojácar es uno de los pueblos más representativos y en él destacan su trazado de calles estrechas y empinadas, callejones encalados con gran encanto como el del Mirador de la Plaza Nueva -con vistas al Valle de las Pirámides y las sierras de Cabrera, Almagreda y Bédar, y sus muchas anécdotas relacionadas con celebridades del cine.
Desde Mojácar hay que acercarse a la cercana localidad de Vera, que abarca dos milenios de historia y un crisol de culturas donde musulmanes, cartagineses y romanos han dejado un extraordinario legado cultural que a día de hoy dan forma a la conocida como Ruta de Museos de Vera con un total de 12 museos etnográficos, arqueológicos y taurinos cargados de simpáticas curiosidades.
Con las ofertas museísticas se puede conocer una vivienda prehistórica, la fuente de los 4 caños que ha dado de beber a la comarca durante siglos, una calzada romana, fósiles de una ballena, los oficios de la zona con sus útiles y herramientas tradicionales, o una casa rural tradicional.
La gastronomía de la zona es uno de sus fuertes. Uno de esos ejemplos es la Terraza Carmona, que ofrece platos típicos como el gallo Pedro, horneado a las uvas con tallarines de calamar y gambas, los galanes fritos sobre ajo colorao, los gurullos con conejo y habitas, o el solomillo de cebón al conocido como “estilo mudéjar”, con nueces y dátiles.
Pero si hay que buscar una localidad que refleje la mejor gastronomía del Levante almeriense esa es Garrucha y el protagonismo principal se lo lleva la gamba roja, de popularidad y reconocimiento internacional por numerosos chefs de prestigio. La gamba de Garrucha es un bien escaso y limitado, lo que ha convertido en todo un atractivo turístico tanto la subasta de pescado de la lonja como la experiencia de ver atracar los barcos cargados de marisco y pescado fresco al atardecer.
Otro de los atractivos que ofrece esta comarca son sus atardeceres y sus playas, unos paisajes de los que han disfrutado cartagineses, romanos, musulmanes y, ahora, nosotros.
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