Notas de un lector

Montero Galvache, entre sonetos

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“La palabra iluminada”, el verbo sonoro, el verso rotundo, la voz hecha poética devoción. Así era Francisco Montero Galvache (San Fernando, 1917 – Sevilla, 1999); y así era su decir. Un límpido reflejo de su persona: generoso, amante de sus amigos, de su tierra andaluza, de su ancha España, de su familia y de sus líricos territorios.

Licenciado en Filosofía y Letras por la Facultad sevillana, fue Director de los diarios "Ayer" de Jerez y "Lucha" de Teruel, Fundador y Director de las revistas de sociedad y bellas artes "Cauces" de Sevilla y "Gala" de Madrid. Obtuvo el Premio Nacional de Periodismo en 1943 y desarrolló una fecunda tarea como pregonero, orador, novelista -fue finalista del premio Nadal en 1950-conferenciante y poeta. Una vida, en suma, entregada a sus pasiones literarias, y de la que ahora tenemos un puñado de excelentes ejemplos en “La palabra iluminada”, extenso volumen publicado por la “Fundación Escritor Francisco Montero Galvache”, con el patrocinio del Ayuntamiento de Alcalá de Guadaira y Unicaja.

Se recogen aquí y ahora más de cuatrocientos sonetos escritos por el vate isleño, en los que queda patente la maestría que alcanzara antes esta forma reina de la poesía. Dividido en doce apartados temáticos, Montero Galvache recorre en su libro con fina pluma los protagonistas y los paisajes más cercanos a su humano vitalismo existencial. Y así, va penetrando en las esquinas del amor (“Mi corazón te sueña en las heridas/ de tu frío misterio, en tanto suena/ como un aire de seda entre tus flores”), en sus pueblos y rincones predilectos, en los cantos feriales, romeros y rocieros, en el arte de la tauromaquia (“Y generoso aroma, vela y crece/ sobre la tarde, alerta angelizado/ de todo el que se viste de torero”); y se sumerge, a su vez, en los versos de la mar, en el aroma del vino de Jerez, en la Semana Santa andaluza, en las Vírgenes de gloria…
Antonio Murciano ha seleccionado con rigor y acierto los textos de este bello conjunto y en su epílogo, anota: “Montero Galvache fue un poeta culto de eco popular (…) un nuevo Rey Midas del verso que supo convertir en oro lírico cuanto tocaba, cuanto escribía, cuanto contaba y cantaba”. Y en el liminar que sirve de pórtico a esta sugerente antología, escribe Carlos Murciano: “Francisco Montero Galvache ha entregado al soneto lo mejor de su hacer, saliendo de la faena airoso y galán”.

Y ejemplos de lo expuesto, no le faltarán al lector que quiera asomarse a este balcón de endecasilábica blancura, a este hermoso sonetario de luz y alada esperanza, del que dejo aquí una muestra: “Alado Arcos. A los Hermanos Cuevas y a los Murciano”: Ala su nombre, Arcos centinela/ en la altura celeste y prometida/ tan derecha hacia Dios y tan crecida/ que, sin moverse de su piedra, vuela./ Ala su nombre, más que nombre, vela,/ más que navegadora, sostenida/ por la luz boreal de la otra vida/ por la que su estatura se desvela./ Vuelo su corazón, vuelo su Peña,/ todo su empuje vuelo de infinita/ tensión sobre las alas de su suelo./ Arcos, blancura que la gloria sueña,/ porque tienen sus ojos una cita/ al final de su vida con el cielo”.

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