La divertida charanga Mississippi fue la tarjeta de presentación del primer y más esperado cortejo del año. Sus Majestades, los Reyes Magos, salieron de la plaza de La Caridad en una magnífica tarde de sol, pero sobre todo de júbilo y máxima alegría.
La salida se hizo esperar unos minutos por aquello de mantenerlo todo listo y que no falta de detalle alguno. Mereció la pena ante la impaciencia del público, que aguardó estoicamente en los remodelados acerados de la plaza para presenciar atentamente el paso de cada una de las diez carrozas que durante las últimas semanas se han preparado con el máximo esmero en los talleres municipales por el personal de Fiestas.
Así, la primera carroza en lucirse fue la del Nacimiento, que tradicionalmente recrea en plena epifanía el nacimiento de Cristo por parte de varios niños. Si bien esta no es novedad, la siguiente sí que lo fue, presentado un divertido tipo de Pinocho con un grupo de niños sobre el remolque tirado por un tractor. Estos pequeños pinochos aparecieron cual marionetas dirigidas por finas cuerdas.
Le siguió el primer trono real, reservado para el rey Melchor, este año encarnado por Emilio Flores, aunque entre carroza y carroza se pudo disfrutar del curioso y simpático paso de una bandada de ánsares dirigidos por su pastor.
El trono de Melchor, como sus compañeros, no paró de lanzar caramelos y balones, incluso algún pequeño juguete que se coló a última hora en la oferta de Sus Majestades. Detalle entrañable el de los Reyes al acoger en su regazo a niños pequeños, transmitiéndoles toda la ilusión y fantasía posibles.
Como viene siendo habitual por parte de la organización, se suele recurrir a una película de animación para dar contenido a alguna carroza. Es lo que ocurrió con la exitosa película Aviones, que en el caso de la cabalgata arcense se convirtió en un verdadero hangar con su correspondiente cuadrilla de avispados pilotos. Y como también hubo homenaje a la figura de Papá Noel, la caravana multicolor presentó una carroza con un gran reno. Detrás caminaron tres camellos, pero estos de verdad, tirados por sus cuidadores y portando cajas de supuestos regalos para los niños de Arcos. Esta revistió una de las imágenes claves de la cabalgata por su espectacularidad y costumbrismo. Fue la antesala de la carroza del rey Gaspar, encarnado este año por el conocido empresario hostelero Francisco Barreiro.
Las cuatro últimas carrozas de la larga comitiva fueron La Isla y el barco pirata de Playmobil, para cerrar cortejo la carroza de las molineras del Carnaval que en apenas un mes terminarán su reina con la designación de las nuevas molineras y damas, y el trono del rey preferido por los niños, Baltasar, representado esta edición por el presidente de la peña bética, Juan Navas.
Así, el cortejo fue abandonando poco a poco el Barrio Bajo para ascender por el casco antiguo hasta la Corredera y terminar en la barriada de la Paz, en un recorrido que este año ha podido recobrar la calle San Francisco, donde recientemente terminaban las obras del plan Profea.
Por el camino, Sus Majestades se deshicieron en detalles con todos, no faltando ni un solo caramelo. De hecho, lanzaron casi 8.000 kilos y casi idéntico número de balones, muchos de ellos de reglamento. Antes, y como suelen hacer siempre, una vez se acicalaron en el hotel Peña de Arcos junto a sus correspondientes equipos, los Reyes visitaron a los ancianos de La Caridad y del geriátrico Lago de Arcos.
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