Patio de monipodio

El jefe

El jefe es el jefe” y ¿ya está? Así va la empresa en España. Aquellos mandamientos tan “simpáticos” que terminaban con “El jefe es el jefe aunque esté en…”, es mucho más del humor pretendido...

El jefe es el jefe” y ¿ya está? Así va la empresa en España. Aquellos mandamientos tan “simpáticos” que terminaban con “El jefe es el jefe aunque esté en…”, es mucho más del humor pretendido. Es un índice de la falta de capacidad empresarial de tantos como creen que, por su condición, sólo tienen que preocuparse de jugar con el “whassap” mientras sus empleados trabajan y reñirles, culpándoles de sus propias carencias y errores. Unas leyes auspiciadas por quienes mandan en los políticos, han potenciado su posibilidad de imposición arbitraria, pero no para mejorar la capacidad productiva ni competitiva de una empresa, anclada en la incapacidad de quienes se llaman “empresarios” sin llegar ni a tenderos. Se explican las peticiones de bajada de sueldos, por quienes -pese a ostentar (¿o detentar?)- cargos de representación, sólo saben basar su beneficio en el perjuicio de los demás; quienes están llevando a la mayoría a una situación de esclavitud, sin importarles el reventón consecuente, ni que se les pueda volver en contra.

El mercado es más competitivo basado en la explotación. Lo tienen claro grandes multinacionales, cuando utilizan mano de obra esclava e infantil en África o en Sudamérica. Inocentemente habíamos creído que esos métodos estaban recluidos en los dos continentes, pero la voracidad especulativa de los dirigentes de organizaciones empresariales y la de pequeños y medianos  aprovechados-favorecidos por las leyes auspiciadas por los primeros, han recuperado una realidad no debidamente abolida en los primeros años del siglo XX.

Contratos temporales, “de práctica” ó “de formación”, no sirven para disminuir el paro, aprovechados únicamente para lucro personal; para simple y vulgar explotación, gracias a la plena ausencia de inspección, que ratifica el beneplácito de un Gobierno que, cínicamente, las llama “medidas de flexibilización” y, a veces, incluso de inserción. Será por la forma como insertan dinero en las cuentas de los explotadores. Un gobierno que contabiliza los puestos de trabajo ocupados por medio de estos y otros contratos basura, e intenta con ello ocultar los perdidos por el aprovechamiento de esas mismas leyes, limitadas a cambiar puestos consolidados, es decir, con cierta antigüedad, por nueva y simple precariedad.

Siempre tan dispuestos a copiar, sólo son capaces de repetir lo peor de los demás: el afán de lucro, pero sin la preparación necesaria. Deprime ver como en Estados Unidos hay jefes capaces de aprender, mezclándose anónimamente entre su personal, para conocer sus necesidades, para vivir su misma vida, para conocer a fondo las características de su trabajo. Después de vivir la experiencia, esos jefes se humanizan, comprender mejor a sus empleados y suelen mejorar sus condiciones de trabajo. Deprime, porque eso sólo ocurre en USA. Eso no interesa aprenderlo aquí, no conviene practicarlo. Dónde quien tiene el dinero y el poder, por el sólo hecho de tenerlo se considera superior, en burda parodia de Antonio, el pescadero de “La que se avecina” no puede aprender. No está capacitado porque, en su soberbia y mala preparación de niñato engreído, se fuerza a creer que no le hace falta.

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