La tribuna de Viva Sevilla

La ciudad hostil

Uno de los axiomas es generar un espacio que sea hostil como lugar de encuentro y estancia para posibles grupos conflictivos. Frente a la posible pregunta de quién es el indeseable puede responderse que todo aquel que tenga la potencialidad de perturbar los intereses en ese ámbito urbano.

La reciente irrupción de una imagen en las redes sociales, en la que se documentaba la acción de una comunidad de propietarios que sembraba de “defensas” punzantes un espacio resguardado en el suelo frente a su inmueble (#AntiHomelessSpikes) ha generado uno de esos fulgurantes (por efímeros) episodios de concienciación colectiva acerca de la violencia que el espacio urbano y la arquitectura ejercen sobre ciertos individuos o grupos. Si bien este caso se debía a la iniciativa de unos particulares, el cultivo más sistemático de medidas similares procede de los gestores de lo público. Este fenómeno, como los ciudadanos saben bien, es global y llega hasta nuestro entorno más próximo; un paseo por los espacios urbanos de Sevilla permite encontrar recursos parecidos.


Como un primer análisis, el debate sobre estos hechos se ha planteado desde la seguridad, tema complejo y sensible donde los haya. Este tratamiento restrictivo intentará desviar la atención respecto a aspectos que pueden tener un fuerte (e incómodo) contenido político-social.  La presencia de los mobiliarios urbanos anti-mendigos o de las sillas aisladas se enmarca, por lo tanto, en un contexto más amplio que podría describirse mediante la siguiente pregunta: ¿Qué inercias e intereses específicos deciden cómo se construye la ciudad?


Al lector o lectora, puede apuntársele una respuesta que seguramente conocerá: existen numerosas posibilidades de que usted no se encuentre entre los agentes que tienen la capacidad de “producir” y “modelar” la ciudad, aunque continuamente se le esté explicando que se trata de un marco de decisión consensuado y participativo.


Por otra parte, todo ciudadano es consciente de que la configuración física del espacio público es, junto con los convenios sociales, una influencia primordial en la conducta individual. Bajo estas premisas, los mobiliarios urbanos y arquitecturas defensivas (y otras medidas más sofisticadas, como el circuito cerrado de televisión) generan su discurso en dos bases argumentativas, y expresan desde ellas su firme opinión sobre la conducta deseable.


El primer aspecto sería la necesidad de seguridad. Sobre esta cuestión se ha llegado a cohesionar un conjunto de prácticas (Crime Prevention Through Environmental Design -concepto de origen criminológico y formalizado en el marco arquitectónico y urbano por el Arquitecto Oscar Newman) en las que han cooperado fuerzas de orden público, geógrafos y planificadores urbanos en Estados Unidos, Canadá o Europa.

Esta técnica he recorrido escenarios tan distintos como los grandes barrios suburbanos estadounidenses o conjuntos de viviendas sociales de los Países Bajos, pero también se ha practicado en las áreas centrales de grandes ciudades europeas. Uno de los axiomas de esta es generar un espacio que sea hostil como lugar de encuentro y estancia para posibles grupos conflictivos. Frente a  la posible pregunta de quién es el indeseable o conflictivo puede responderse que todo aquel que tenga la potencialidad de perturbar los intereses escenificados en ese ámbito urbano: comercio, rentabilización de la imagen con vistas al turismo y credibilidad del sistema político ante el compromiso con los dos ítems anteriores. 


El segundo aspecto, que normalmente crea y determina al primero,  es el de la transformación de algunas de nuestras zonas urbanas de mayor valor (bien sea histórico-patrimonial o de otro tipo) en una mezcla de dispositivos comerciales y parques temáticos, en las que la concentración de determinadas funciones determinan la influencia sobre cualquier otra posibilidad de utilización e incluso asimilación del espacio.


Bajo estas premisas, las medidas de arquitectura defensiva no abordan a grupos difusamente concebidos como marginales, sino que nos están poniendo a todos frente a una mediatización que no sólo nos afecta sino que pretende, hasta cierto punto, explicarnos. Orwell especulaba con la creación de una lengua que impidiese la formulación de pensamientos heterodoxos. Tal vez sería interesante recordar al respecto que el lenguaje y la ciudad son las dos máximas creaciones del ser humano hasta el momento.

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