El Jueves

El Cautivo sale

Sale el Cautivo mañana viernes a las calles del viejo barrio, después de más de 10 años, a horadar el frío asfalto con la tenue caricia de sus pies desnudos; a colgar oraciones como geranios de la forja de los balcones; a aunar recuerdos de niñez, de hábitos y de bisbiseos de oraciones entre labios,

Sale el Cautivo mañana viernes a las calles del viejo barrio, después de más de 10 años, a horadar el frío asfalto con la tenue caricia de sus pies desnudos; a colgar oraciones como geranios de la forja de los balcones; a aunar recuerdos de niñez, de hábitos y de bisbiseos de oraciones entre labios, de ropa nueva, zapatos limpios y colonia en el pelo.

Sale el Cautivo a condensar las colas de su besapié frente a las andas; a recoger miradas en busca del necesario consuelo o el agradecimiento debido. Frente a Él, con Él, tradiciones renovadas de devotos en una amalgama que va desde el Aljarafe hasta los Alcores, de la serranía a la campiña, todos unidos bajo un mismo fin y una misma y ancestral devoción.

Sale el Cautivo a la calle a decirnos que no todo está perdido, que aún queda un rayo de esperanza, ese mismo que parte desde su mirada vuelta a la izquierda. Ahí está ese brillo, miradlo, miradlo bien.

Sale el Cautivo de donde siempre estuvo, en la parroquia de las dos altas torres que San Ildefonso la llaman. Que todos saben cuándo es su tiempo, aquel que se desparrama en cada viernes de nueva primavera, donde la Luna de Parascebe es el pan de vida que como maná necesario caído del cielo ya estamos esperando.

Sale el Cautivo, alfombrado camino de claveles rojos, a que no falten manos y hombros para llevar sus andas. A decirnos que así de simple es todo y por ello tan hermoso, tan bello, tan auténtico si lo que se busca es la fe enraizada en el tronco de los recuerdos, de los años vividos.

Sale el Cautivo sin necesidad de hermandad, de junta de gobierno, de cabildos que delimiten las fechas o el cortejo. Nada es necesario porque todo ya es sabido: acompañarle, así, sin más.
Sale el Cautivo a recordar el tacto de la mano de la abuela que te llevaba a verle cada viernes y te enseñaba a rezar esa oración que vas a repetir mañana; y te educaba en la fe de la que hoy presumes; y en el respeto a los demás; y en el temor (sí, en el temor) a Dios, a tu Dios. Mañana verás que tus pupilas se reconocen en las suyas como el niño que fuiste y que aún llevas dentro.

Sale el Cautivo a recordar el aroma del jazmín que crecía en su puerta y que alguien, un día, decidió sesgarle el tronco, sin saber que sesgaba una parte de nosotros mismos, de los aromas que se entremezclaban con el de la cera ardiendo a los pies de su altar. Si, sesgó el tronco, pero no arrancó la raíz. Esa es la que mañana agarrará con fuerza en la misma tierra que la vio nacer y crecer. Y florecerá de nuevo, en fe renovada.

Porque sale el Cautivo.

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