Tras el cese de aquella angustia, comenzó la reconstrucción dolorosa de un país sumido en la más absoluta depresión social, política y económica. Un nuberío de gris desconfianza, de estigmática identidad, se cerniría entonces en muchos de los autores que intentaron -a través de su decir-, desprenderse de las tinieblas en las que se habían sumido sus voces y sus almas.
De este drama personal y literario está impregnada la obra poética de Nelly Sachs (1891, Berlín – 1970, Estocolmo), que la editorial Trotta acaba de reunir de forma completa bajo el título de “Viaje a la transparencia” (Madrid, 2009). De origen judío, Nelly Sachs consiguió escapar con su madre a Suecia en 1940, e hizo de Estocolmo su definitiva residencia.
Su primer poema vio la luz en 1929, en el “Vossische Zeitung” berlinés, pero hasta 1947 no editó su primer poemario, “En las moradas de la muerte”, sobre el que posteriormente ella misma afirmaría: “Las terribles experiencias que me han llevado al borde de la muerte y del oscurecimiento han sido mis maestros. Si no pudiera haber escrito, no hubiera podido sobrevivir (…). Cómo podría haberme ocupado de otra cosa. Mis metáforas son mis heridas. Sólo así se entiende mi obra”.
Y en efecto, su discurrir lírico viene signado por ese desconsolado halo de tristeza y sufrimiento que ni siquiera su larga existencia pudo nunca curar. En sus nueve poemarios publicados -que la Academia sueca reconocería en 1966 con el Premio Nobel-, hay un soplo común, un mismo desvelo que deviene unitaria temática: el llanto por el martirio judío (aspecto clave a la hora de valorar en su justa medida el conjunto de su poesía).
José Luis Reina se ha encargado de verter al castellano esta compilación, además del estudio previo en el que sitúa a la escritora berlinesa como referencia indispensable para comprender la literatura alemana de la segunda mitad del siglo pasado: “Ella ha logrado concretizar la experiencia mística de una manera poética convincente y darle expresión en las formas una mística universal, sin olvidar la relación histórica con Auschwitz”.
Aun siendo una poesía escrita desde el exilio, la de Nelly Sachs desprende el aroma germánico de una lírica de posguerra en el que los paisajes retratados se llenan de figuras muertas, los crepúsculos están ahogados por el negro amargor del llanto, el firmamento es ardiente y los caminos no son más que simples veredas para la huida. El ser humano es ceniza y viento, y en su grito lastimero, tal vez no quede ni un resquicio para la esperanza sangrada por el odio de aquella histórica condena: “Con mi mundo te fuiste tú/ cometa de la muerte./ Lo que queda es el abrazo del vacío/ un anillo girando/ que perdió su dedo”.
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