La tribuna de Viva Sevilla

Sevilla, la ciudad que queremos

Sevilla es la ciudad ideal para perderse; para invernar y gozar de la primavera y otoño. Es confortable y acogedora. Pero necesita educarse, quitarse la caspa, dejar de mirarse el ombligo. Y necesita unos políticos que la gestionen con responsabilidad; que cumplan y hagan cumplir las leyes.

Seguro que los ponentes del ciclo de conferencias que Iniciativa Sevilla Abierta ha organizado hablarán de grandes proyectos de desarrollo económico-social, urbanístico y tecnológico.
Por eso no redundaré en lo que mentes más sabias y mejor preparadas van a contarnos a partir de ese marco de reflexión que ISA ha propuesto: Pensar en la Sevilla de los próximos 20 años. Me remitiré a reflexionar sobre esa letra pequeña que es el día a día de nuestras vidas. Y la letra pequeña de Sevilla es sin duda un cajón... (de desastres, iba a decir) bien repleto de acciones y omisiones que por su incidencia en lo cotidiano hacen de la capital andaluza una ciudad menor, cuando tiene todas las cartas para ser ciudad referente en Europa, a la que todo el mundo quisiera venir a vivir. 


Nunca como ahora, en mi opinión, la sociedad fue tan endeble en lo que yo llamaría ‘elaboración de pensamiento colectivo’. Cierto es que jamás se tuvo en el espacio urbano tanto bienestar y eso, sin duda, ‘relaja’ a la población. Pero, paradójicamente, teniendo tanto como tenemos, ¡qué poco lo cuidamos! ¡Qué desapego y arbitrariedad la de nuestros políticos con la ciudad que gobiernan¡ Y otro tanto podría decirse de nosotros, los sevillanos. ¡Qué poca ciudadanía la nuestra cuando se trata de cuidar nuestro hábitat!


Sevilla es, entiendo yo, un espacio increíble, ¡sí, increíble! para el bien vivir. Y si se gestionase aprovechando algo tan simple como son las enseñanzas que otras ciudades del mundo nos muestran, esta ciudad podría ser una especie de ‘Palacio de Invierno’ para la vieja Europa.
Pero para eso deberá dar una respuesta positiva a ciertas preguntas y dejar de mirarse el ombligo: ¿Para cuándo un casco antiguo peatonal? ¿Para cuándo unos edificios disimulados que, a un precio simbólico, resuelvan el problema del aparcamiento? ¿Para cuándo esas aceras amplias, adaptadas a la legislación europea? ¿Para cuándo la sanción firme a quiénes degradan el espacio común con orines, grafittis, cacas de perro...? ¿Para cuándo la rotulación limpia y clara de las calles? ¿Para cuándo una regulación ordenada y estricta de la ocupación de aceras por veladores de bares y restaurantes? ¿Para cuándo una Oficina de Turismo Central (que informe sobre el turismo autonómico, provincial y local) con una sucursal en la estación de Santa Justa y otra en el aeropuerto, por ejemplo? En este tema en concreto, Sevilla está, por lo que yo he conocido en países como Canadá, Australia, México o Brasil, a años luz de lo que sería una “gestión justa, confortable y cálida” del turismo.


Sevilla es la ciudad ideal para perderse; para invernar y gozar de la primavera y otoño. Para disfrutar de las artes escénicas. Es confortable y acogedora. Pero necesita educarse, quitarse la caspa, dejar de mirarse el ombligo. Y necesita unos políticos que la gestionen con responsabilidad; es decir, que cumplan y hagan cumplir las leyes.


No se debería consentir el ruido estridente de las motos o el monocorde, agotador y castrador de emociones que generan esas bandas de música que nunca terminan de practicar lo suficiente... Como también debería vigilarse que las procesiones fuesen las justas. Hoy, el centro de Sevilla es un enjambre de ritos que, a los que creen en ellos les llenarán de gozo, pero a los agnósticos, ateos o indiferentes le amargan la existencia.


Sí, Sevilla necesita grandes proyectos para encarar el futuro, pero no creo que mejoremos mucho si antes no conseguimos ser Ciudadanos. Corresponderá a los políticos gestionar el progreso, pero no progresaremos mucho si no lo hacemos con Buenas Prácticas y responsabilidad. Ya lo dijo Jostein Gaarder: “Este tiene que ser el siglo de los Deberes...”. Y Sevilla necesita hacer los suyos para que quienes estuvieron un día visitándonos anhelen volver.

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