El Jueves

¿Tiene que ser mañana?

Si usted es de los que cree en San Valentín -libre es de hacerlo- y necesita ayuda para quedar bien con la parienta, no deje de pasar por cualquiera de los grandes almacenes que hay en su ciudad, porque allí encontrará toda la mejor oferta para tan absurda demanda.

Ahondando un poco más en lo magistralmente dejado en estas mismas páginas el pasado lunes por Alejandro López con su “Olivetti mellada” y con el matiz de la opinión personal, me pregunto hoy qué diría San Valentín si levantara la cabeza. Mañana será el día de regalar rosas, celebrar cenas románticas o dejarse caer con una joyita (los más pudientes). Incluso los habrá que tiren de la Visa y opten por alguna de las ofertas que la hotelería ha preparado para este fin de semana. Si usted es de los que cree en San Valentín -libre es de hacerlo- y necesita ayuda para quedar bien con la parienta, no deje de pasar por cualquiera de los grandes almacenes que hay en su ciudad, porque allí encontrará toda la mejor oferta para tan absurda demanda.

Y yo me pregunto: ¿cuál es la diferencia entre hoy, mañana o pasado mañana, el mes que viene o dentro de quince semanas, por poner un ejemplo, en lo que respecta a querer a una persona? La imagen del amor, ese sentimiento cargado de coraje y fuerza, es tremendamente dúctil en un día como el de mañana. Si recuerdan, hace ya algún tiempo, un caso de violencia de género se desató el mismo día de San Valentín, a cuenta del regalo que “él” le hizo a “ella”. No creo que al santo le gustara mucho este tipo de actitudes.

Nos hacen creer que San Valentín dicta mañana desde los altares a los que tenemos una pareja que tenemos que decirnos ambos que nos queremos, algo que en muchos casos ya se dice en el día a día y sin necesidad de palabras. Pero esta es una falsa orden con la trampa del marchamo consumista. Mejor sería que San Valentín volviera a ser lo que fue en su vida real y nos socorriera, al igual que lo hizo en el siglo I, a los que nos sentimos mártires y perseguidos por la publicidad de los grandes almacenes.

Como el libro de los gustos sigue sin ser escrito, me permito decirles -opinión personal - que yo no recuerdo haber celebrado nunca el día de San Valentín, ya que a mi pareja tampoco le gusta. Distinto sería que ella fuera “devota”. No duden que el pretexto de la mala memoria sería el esgrimido cada año llegada la fecha, a pesar de que tuviera que aguantar alguna que otra mala cara. Pero no es el caso, válgame San Valentín. Quien alegra mis días es una mujer práctica, alejada de este tipo de superficialidades.

Y a mí para decirle que la quiero, no me hace falta que me lo señalen en el almanaque ni que un santo me lo diga. Y mucho menos los carteles de unos grandes almacenes. El amor, entiendo, no es amor si está de saldo. O de rebajas.

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