La tribuna de Viva Sevilla

Cuando resistir es vencer

En la diáspora de los años 60 se produjo un éxodo masivo del campo a la ciudad. Ahora que pintan bastos deberíamos ir a la inversa: de la ciudad al campo. En este convulso año de 2014 tanto en lo político como en lo económico, no debemos descartar volver a nuestras raíces, que es el campo.

Que sobre los errores de un  sistema anquilosado en la antesala del  cambio se nos produjo la catástrofe económica, es ya bien sabido. Pero lo asombroso es que ni políticos ni economistas pudieron ver el cambio que se nos avecinaba. Bien al contrario, lo negaban cuando todos habíamos experimentado la burbuja inmobiliaria y económica estallar en nuestras propias narices. Los expertos en la materia estaban tan obnubilados con la hipótesis del mercado eficiente que no pudieron ver lo que ya se les venía encima.


Cuando se hace pública la crisis económica lo primero que se hizo fue rescatar a los que la habían provocado. El sistema ha sufrido los excesos de la banca. Ahora -curiosamente- se salva a los bancos y es el pueblo el que tiene que pagar. Resumiendo, los causantes de la crisis son ahora más ricos y poderosos que nunca. Tan poderosos que no se les puede juzgar.  La única solución posible, a nuestro entender, sería que se uniesen los países de la periferia -Grecia, España, Irlanda, Portugal, Italia-, que se convirtieran en un grupo de presión para cambiar la política de los más poderosos y conseguir más estímulos económicos. Alemania se ha olvidado de que en 1953 fue ayudada por Europa. Y que otro tanto ocurrió hace tan sólo unos años con la unificación. ¿Amnesia?


Para los españoles de una cierta edad esta situación no es nueva. Ya la vivimos -y aún peor- en nuestra Guerra Civil (debería decir incivil) y durante la larga y vergonzante autarquía, que se prolongó hasta rozando los años 60. Pero de nuevo fue el pueblo -el más humilde, los “braceros”- el que nos sacó del atolladero de hambruna y protomiseria con la emigración y el desarraigo de cientos de miles de familias.


Ahora, ¿dónde vamos a ir con la que nos ha caído encima? Y la juventud, ¿qué hacemos con nuestros jóvenes? Alemania ya no nos quiere. Y en Europa sobran manos para trabajar. Nos quedan los hermanos latino-americanos. Los mismos que formaban legiones de trabajadores en nuestra España hasta que explotó la crisis en nuestro país. Por suerte, la depresión económica no les ha afectado a ellos. Incluso algunos países disfrutan de economías emergentes, como Argentina, Chile, Brasil, etc.


Otra solución posible es la de volver a nuestros lugares de procedencia. En efecto, muchos urbanitas de hoy fueron campesinos antes, proceden de zonas rurales. En la diáspora de los años 60 se produjo un éxodo masivo del campo a la ciudad. Pues bien, ahora que pintan bastos deberíamos ir a la inversa: de la ciudad al campo. En este convulso año de 2014 (y los que vendrán después), tanto en lo político como en lo económico, no debemos descartar volver a nuestras raíces, que es el campo (retorno a una economía de sector primario…).

Las raíces de buena parte de los ciudadanos. La ciudad no tiene pan para todos. Y arreglar la casa de los padres, de los tíos o abuelos, y roturar los campos yermos, y criar y cuidar ganado no es mala opción hasta que amaine la tempestad. Cela nos dejó escrito: “El que resiste, vence”. El autor de estas líneas, en gira de promoción actual, titula su última obra -aunque por otros motivos- “Cuando resistir es vencer”.

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