El alcalde ha decidido romper también la baraja en el tema de la dependencia y está decidido a dejar de asumir responsabilidades, advirtiendo que efectuó la denuncia “en tiempo y forma”. Hace poco hacía lo propio con el tranvía y parece que es una política que piensa seguir con todo lo que se salga del guión establecido. También aquí subyace el mal de fondo de la relación entre Junta y Ayuntamiento, y en el caso de la ayuda a domicilio, una paga y el otro se ha venido ocupando de prestar la asistencia a través de una concesión. Ambas administraciones se han venido acusando de no actuar correctamente, el Ayuntamiento recrimina que la Consejería correspondiente no paga a tiempo y le debe dos millones y la Junta justifica que es el Ayuntamiento el que tarda en ingresar el dinero que le transfiere con carácter finalista. Desde el primer momento ha habido muchos reproches y poco diálogo de las dos partes, y ahora se llega a una situación extrema porque el Ayuntamiento escurre el bulto y pierde toda la razón que le pudiera asistir, porque ha debido agotar todas las vías y no ir a la drástica medida en la que parece dar a entender que no pasa nada si se va desprendiendo de competencias, pues de seguir así y con las privatizaciones en marcha, ¿en qué puede quedar el Ayuntamiento? Lo peor es que con estos calentones a los que se nos está acostumbrando se juega con las cosas de comer, con una angustia social, centenares de afectados, en su mayoría personas enfermas o dependientes, y doscientas trabajadoras que les atienden y que tienen derecho a cobrar y a protestar. Decididamente, tanto fondo político como escasa sensibilidad.
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