Si una de las obsesiones del ser humano es sacar el máximo provecho de los recursos naturales en su propio beneficio, a veces llegando a esquilmar esos recursos, no nos ha de extrañar que se extraigan nuevas utilidades a nuestras plantas. Y escribimos “nuestras” porque qué habrá más de la tierra que un humilde higo chumbo.
Ya sabemos que el rico fruto de las abundantes chumberas del término municipal se toma como postre, servido bien frío y totalmente limpio de piel y molestas púas, pero hasta desconocíamos que de él también se puede extraer vino, si se puede llamar así al agradable caldo que también desprende.
Francisco López Gutiérrez es un humilde vecino de Arcos que un buen día pensó en hacer vino de esta imaginaria cepa que crece en coladas y linderos, a veces en los lugares más recónditos, casi siempre sin la intervención del hombre por su capacidad de resistir a las temperaturas extremas y a la falta de agua en su periodo de producción.
Según este inventor, el proceso de elaboración del vino de higo chumbo viene a ser como el del vino entendido como producto exclusivo de la uva. Bastaría una fermentación por unos días en un recipiente de un material por ahora secreto. Su promotor se empeña en llamarlo vino y no licor, elixir u otros términos que pudieran aplicársele. El escollo es el avinagramiento del vino dejémoslo ahí-, para que finalmente resulte un sabor agradable y un producto que suele oscilar entre seis y ocho grados de alcohol.
Si todo vino tiene un carácter evocador, éste tiene cierto aroma al mediterráneo con un lejano sabor a almendra, pero también recuerda al Caribe, a refrescantes frutas tropicales, que diría este novato viticultor.
Ahora está en el momento de estudiar qué tipo de barrica es la que mejor viene al vino para su maduración; empresa difícil si se tiene en cuenta el elevado precio de este tipo de recipientes, cuya unidad -un tonel- puede rozar los 800 euros dependiendo del tipo de madera.
Antes, habrá que recolectar el higo cuando su color apunta a cierta maduración, con independencia de que -es otra curiosidad- del tipo de higo chumbo, pues existen diferentes tonalidades y colores. La mezcla del zumo con un porcentaje de agua y azúcar completaría el proceso de elaboración antes de su reposo, en lugar fresco y oscuro.
Por ahora no han encontrado para este vino un maridaje que lo acompañe con algún producto gastronómico, pero parece situarse en una gama de vino de postre con cierto carácter digestivo y, quién sabe, hasta sanador -Francisco explica que la pulpa y el zumo del higo chumbo combaten ciertas infecciones y alteraciones de la piel.
Aunque la idea no es nueva del todo, pues nos explica que los antiguos indios americanos e incluso los tatarabuelos de Arcos ya extraían vino del higo chumbo, Francisco nos asegura que la conocida bodega Entrechuelos, que elabora aclamados tintos, se ha interesado por este producto, para lo cual incluso ya lo hubiera catado un enólogo, con lo cual su creador puede comenzar a presumir, eso sí modestamente y con precaución, de haber inventado un vino tan curioso como arcense. Y es un producto muy arcense porque si algo abunda en la flora del término municipal son las chumberas, aunque venidas a menos por los efectos de la construcción y la consiguiente pérdida de campo.
Las chumberas fueron utilizadas antaño como linderos entre fincas, como vallados naturales para proteger viviendas y cultivos del viento. Las faldas de la peña de Arcos, la conocida Curva del Fogata, Camino de las Nieves… han sido zonas ricas en chumberas, aunque todavía persisten a pesar de las continuas agresiones que sufren. El mejor mantenedor de la planta podría ser el típico hombre que se enfrenta a las púas con la ayuda de un lago palo de caña, y que recogiendo su fruto descarga la planta para que dé nuevos higos.
Entre sus propiedades, Francisco asegura que es un vino que relaja, que no envalentona, pero que, tomado en exceso, produce cierta confusión…
Paralelamente, el artesano ha dado con un vinagre del que asegura va bien con el picadillo tradicional a base de tomate, pimiento y cebolla, aportándole un nuevo matiz al veraniego plato.
Aunque está en el proceso de patentar su novedoso vino, Francisco no descarta en “vender la fórmula”, e incluso la marca y etiqueta que le ha diseñado su amigo José María Pérez, con la estampa en blanco y negro de él mismo cogiendo higos, y bautizándolo finalmente como El tío Kiko; una etiqueta que pretende en cierto modo ser un homenaje, con aires retrospectivos y costumbristas; un homenaje a los rudos hombres que se buscaba la vida, y aún lo siguen haciendo en estos tiempos de crisis y de regreso a la naturaleza, recolectando y barriendo (limpiando) los higos chumbos. Por nuestra parte sugerimos que por qué no llamarlo Vino Chumbo...
Quién sabe si un día de estos nos encontramos en el súper una botella de El tío Kiko, lo probamos y nos gusta. Por aquello de mirarse al ombligo, el saber que es un producto cien por cien arcense ya nos anima en nuestro deseo de éxito.
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