Ana Cristina Herreros (León, 1965), ha rastreado con minuciosidad nuestras Comunidades Autónomas para dar fe de la multiplicidad de seres que pueblan los territorios más húmedos y boscosos del país. A través de un amplio repertorio de cuentos tradicionales y, apoyándose en la voces de los narradores populares que le han ido relatando sus diversas leyendas, ha completado un sugestivo panorama con estos ancestrales protagonistas.
En su aclaratorio prefacio, se queja la autora leonesa de que “nuestros monstruos corren un grave peligro de desaparecer porque la gente ya no los conoce, ni sabe cómo se llaman, ni qué forma tienen, ni dónde viven, ni cuáles son sus costumbres, ni cómo se convive con ellos”. La tecnología, las multinacionales del juguete, la televisión…, están acabando con la imaginación infantil -y adulta-, y relegando al mismo tiempo el papel de estas portentosas criaturas. Además, en su opinión, nuestros monstruos están desapareciendo a pasos agigantados, en parte porque habitan en lugares por donde ya no transitamos, como cuevas, montes, ríos…, y de tanto querer no tropezarnos con ellos, ya no sabemos cuál es la mejor forma de verlos.
Con buen criterio, se divide el volumen en cuatro apartados. En cada uno de ellos se da el nombre, las características y la identidad de cada uno de estos sujetos, y se añade, a su vez, alguno de los relatos que Ana Cristina Herreros ha podido rescatar de cada zona concreta del mapa hispánico.
La primera sección, “Los Monstruos de bosques y cuevas”, reúne especímenes tan variopintos como el basajaun, -en euskera, señor salvaje-, un ser de fuerza y tamaño prodigiosos, protector de rebaños y pariente del antiquísimo Dios romano Fauno. A éste se une, por ejemplo la lamia, que a pesar de su aspecto de mujer, tiene algunas partes de su cuerpo de otro animal no humano, pues con frecuencia sus pies son de yegua, de pato o de gallina al margen de conservar su carácter antropófago.
Entre “Los Monstruos de fuentes, ríos y mares”, habitan ninfas y sirenas; en “Los Monstruos de los cielos” la variedad es más amplia, de modo que el lector hallará la arpía y el dragón, pero también inquietantes historias sobre el cuélebre, el grifo y el nuberu -de Asturias-, unas veces pequeño, otras gigante, con tenazas de hierro con las que descarga tormentas dañinas para la agricultura.
Junto a “Los monstruos de casas y pueblos”, se encuentra al tragaldabas, a los duendes, a las hadas e incluso al famoso Hombre del saco, algo más contemporáneo, que amenaza con llevarse a los niños para ponerlos a trabajar cantando dentro de su propio saco.
“Estoy cercado de monstruos! (…) No me devoran. (…) me hacen hombre,/ monstruo entre monstruos (…) qué significan/ estos monstruos que me rodean”, escribió tiempo atrás Dámaso Alonso. Y múltiples respuestas a sus preguntas habría encontrado aquí el genial poeta madrileño. Quedémonos ahora, nosotros, con la monstruosa sabiduría que encierran estas páginas, que Jesús Gabán ha llenado de cromatismo con sus bellas ilustraciones.
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