La tribuna de Viva Sevilla

Del paro sevillano

Nuestra Sevilla, aquella Sevilla que hace veinte años encandiló al mundo a través de su Muestra Universal, ejemplo de modernidad y progreso, se sitúa ahora a la cola de ese amplio muestrario de ciudades que hacen avanzar sus respectivas sociedades.

Tras conocer el alcance de los nuevos datos del desempleo durante el último trimestre en España, la inquietud y la desesperanza se ha apoderado de la sevillanía,  hasta el punto de hacerla sentirse más que nunca en el ojo del huracán de esta terrible crisis que nos azota.

No bastaba con padecer en primera persona la epidemia de este mal que asola nuestra sociedad, sino que ahora nuestro buen nombre se ve ultrajado y vilipendiado por ese dedo acusador que nos sitúa a la cabeza del desempleo patrio e incluso entre los puestos de cabeza del resto de ciudades europeas.

Nuestra Sevilla, aquella Sevilla que hace veinte años encandiló al mundo a través de su Muestra Universal, ejemplo de modernidad y progreso, se sitúa ahora a la cola de ese amplio muestrario de ciudades que hacen avanzar sus respectivas sociedades.

A Sevilla, nuestra Sevilla, se la hace culpable y se la considera desde otras comunidades autónomas, junto al resto de ciudades hermanas andaluzas, un lastre para el avance económico de nuestro país.

Pronto se olvida esa gran parte de la historia y de la realidad empresarial y económica que supusieron siempre para la nación las inyecciones turísticas y de otros tejidos empresariales servidas en bandejas de plata al Fisco y a otros territorios desprotegidos y desfavorecidos en otras épocas no muy lejanas en el tiempo.

Ahora nos encontramos fácilmente en el punto de mira de quienes ya especularon con nuestros bienes y se enriquecieron gracias a ellos. Personas que hoy reniegan  de nosotros y nos culpan, pero que pocos años atrás buscaban salir en cualquier fotografía relacionada con la marca Andalucía.

No es mi intención exculpar a nuestros dirigentes políticos, porque gran parte de culpa tienen en ello, pero de ahí a considerarlos los únicos culpables va todo un abismo. Por supuesto que es tarea suya la de volver a traer esperanzas hoy a un pueblo perdido entre ideales poco correspondidos, y es labor suya la de volver a acercar la ilusión hasta todos estos jóvenes que navegan sin rumbo y futuro incierto. Trabajo de nuestros políticos es principalmente hacer sus deberes para satisfacer a quienes les votaron para tomar decisiones alejadas de la corruptela y de intereses partidistas, que no partidarios, de cubrir las necesidades básicas de sus conciudadanos rigiendo con autoridad y sin medias tintas lo que cae en sus manos. Y para ello no existe otro camino que el de la firmeza y la transparencia. 

Firmeza frente el capital y la banca, abandonando la senda de servilismo que se les ofrece en la actualidad. Firmeza en separar definitivamente, como queda recogido en nuestra Constitución, los poderes del Estado para una mayor autonomía del cumplimiento de las leyes. Firmeza para  sacar pecho frente a nuestros poderosos aliados europeos, defendiendo nuestros derechos y no doblegarnos siempre ante lo que consideran nuestros deberes.

Ha llegado el momento en que la reforma laboral beneficie a empresas y a trabajadores de la misma manera, y que el Estado apoye con garantías la creación del empleo a través de nuestros empresarios, pero no a costa del trabajador solamente sino con excepciones fiscales que garanticen esos nuevos puestos de trabajo.

Para ello necesitamos más que nunca la unión de todos. Desde la base hasta la cúpula más alta de nuestra nación. Aparcar, como he dicho anteriormente, los partidismos para encontrarnos en la búsqueda de las soluciones más acertadas, utilizando una misma vía de diálogo y entendimiento.

Tolerar y que seamos receptores de esa misma tolerancia, sin escudarnos ni refugiarnos en guetos particulares. España necesita estar unida y que nuestra unión consiga la fuerza necesaria para salir de estos tormentosos momentos. De nada sirve tirarnos piedras desde provincias o autonomías si no  llegamos a entender  que estamos todos a bordo de un mismo barco que se mueve a la deriva esperando que alguien se haga con el timón con sabiduría, transparencia y verdadero espíritu de entrega al electorado por el bien del conjunto de la nación.

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