Repaso y de los grandes. Y no me refiero al baño de la segunda parte dado por el Ceuta. Tampoco de tácticas, ni de posicionamientos, ni de relajaciones. Me refiero a la lectura de cartilla, incluida, que recibieron las vacas sagradas por la desidia mostrada.
Señalados y acusados. Sin luz y sin taquígrafo, las verdades del barquero fluyeron, cara a cara, en la búsqueda de alguna explicación coherente. No se halló, no se escuchó y no apareció. No hizo falta. Una goleada no es más que la repetición perfecta de equivocaciones y aciertos continuados.
Es por ello que apretar, presionar y corregir no es que sea positivo, es que es lo necesario para enderezar cualquier nave encallada. Como también lo es la autocrítica. El fútbol, tan imperfecto y tan imprevisible, necesita de humildad.
Hoy, y tras los entrenos de sábado y domingo, los veteranos, hablarán donde saben: sobre el terreno de juego.
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