No es un suceso nuevo pero si inédito, de hecho la discoteca hace años que ya no se llama así, pero el testimonio si es reciente e implica a personas que trabajaron allí. En la década de los 80, Sevilla palpitaba al ritmo de la música y la vida nocturna. La discoteca "El Coto", ubicada junto al hotel Los Lebreros, era uno de los epicentros de la diversión. Sin embargo, tras la fachada de luces y música, se escondía un secreto que solo unos pocos conocían: la presencia de un fantasma.
Entre el personal de limpieza, una mujer en particular se convirtió en el centro de las conversaciones. Con ojos aterrorizados y voz temblorosa, relataba sus encuentros con una entidad espectral que habitaba las antiguas instalaciones. Según su relato, era un hombre, un señor de aspecto elegante pero con una mirada que helaba la sangre. A menudo, lo veía deambulando por una zona específica de la discoteca, una especie de oficina o almacén que pocos frecuentaban. “En la discoteca se veían a muchos fantasmas de carne y hueso, los típicos ligones de discoteca, pero del que yo te hablo era un espíritu” decía.
La aparición era siempre la misma: una figura esbelta, vestida con un traje oscuro, que se movía con una extraña ligereza, como si flotara sobre el suelo. Sus pasos eran silenciosos, casi inexistentes, y su mirada, fija y penetrante, parecía traspasar las paredes. La mujer aseguraba que nunca había logrado establecer contacto visual directo con el espectro, pero su presencia era tan palpable que le erizaba la piel.
Con el paso del tiempo, otros empleados comenzaron a corroborar su testimonio. Algunos afirmaban haber visto una sombra moverse rápidamente por los pasillos, mientras que otros aseguraban sentir una sensación de frío intenso en determinadas zonas de la discoteca, incluso en las noches más calurosas. A pesar del miedo que infundía esta presencia, nadie se atrevía a hablar con el fantasma. La idea de entablar una conversación con una entidad del más allá resultaba demasiado aterradora, incluso para los más valientes.
Las leyendas sobre el fantasma de “El Coto” se extendieron rápidamente entre los jóvenes que frecuentaban la discoteca. Algunos lo veían como una simple leyenda urbana, mientras que otros creían firmemente en su existencia. La verdad es que nunca se pudo encontrar una explicación racional para estos fenómenos. ¿Se trataba de un espíritu o simplemente de juegos de la mente, provocados por el ambiente?
Con el tiempo, la discoteca cerró sus puertas, sumiendo en el olvido sus misterios. Sin embargo, las historias sobre el fantasma del Coto continuaron comentándose entre los que allí había trabajado.
¿Qué explicación podía haber para estos fenómenos? Algunos atribuían los sucesos a la historia del lugar, sugiriendo que el fantasma podría ser el espíritu de un antiguo propietario o de un cliente que había fallecido trágicamente en el local. Otros, más escépticos, buscaban explicaciones más racionales, como corrientes de aire, juegos de sombras o incluso la imaginación de personas nerviosas.
Más testimonios de lo imposible
Una de las empleadas de limpieza, María, era quien más a menudo se encontraba cara a cara con lo inexplicable. Describía a un hombre de mediana edad, vestido con un traje elegante de otra época. A veces, lo veía de pie junto a una ventana, mirando fijamente hacia la nada, como si estuviera esperando a alguien. Otras veces, lo encontraba deambulando por los pasillos, su figura deslizándose suavemente entre las sombras.
Pero María no era la única testigo de estos fenómenos. Juan, un técnico de sonido que trabajaba en el Coto, aseguraba haber escuchado extraños ruidos en la sala principal durante las noches en las que no había nadie. Pasos lentos, susurros ininteligibles y el sonido de objetos moviéndose por sí solos eran comunes en sus guardias nocturnas. En una ocasión, mientras ajustaba los equipos de sonido, sintió una ráfaga de aire frío que le erizó la piel. Al girarse, vio una sombra oscura deslizándose detrás de una columna.
Un joven cliente, Diego, recordaba una noche en particular cuando se quedó solo en la pista de baile. Mientras bailaba al ritmo de una canción lenta, sintió una presencia a su espalda. Al girarse, vio a un hombre alto y delgado, vestido con un traje antiguo, mirándolo fijamente. El hombre tenía una expresión triste en su rostro y sus ojos parecían brillar en la oscuridad. Diego quedó paralizado por el miedo y no pudo moverse hasta que la figura desapareció.
Lo cierto es que el misterio del fantasma de “El Coto” sigue siendo un enigma que es muy poco conocido en la ciudad y aunque la discoteca ya no existe –con ese nombre-, las historias que se cuentan sobre ella siguen vivas, recordándonos que a veces, en los lugares más inesperados, la realidad puede superar la ficción.
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