Notas de un lector

A cielo abierto

En Para que todo sea, Francisco Jiménez Carretero se afianza en la necesidad de aferrarse al pulso del Señor,de dejarse ganar por el caudal de su inflamado amor

Publicado: 13/05/2024 ·
10:56
· Actualizado: 13/05/2024 · 10:56
Autor

Jorge de Arco

Escritor, profesor universitario y crítico. Académico de la Real Academia de San Dionisio de Ciencias, Artes y Letras

Notas de un lector

En el espacio 'Notas de un lector', Jorge de Arco hace reseñas sobre novedades poéticas y narrativas

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El Premio Mundial de Poesía Mística Fernando Rielo llegó el pasado diciembre a su XLII edición. Desde la Fundación del mismo nombre, que auspicia el certamen, se pretende promover de manera universal “la cultura, el arte y el pensamiento en sus diversas disciplinas y, en particular la poesía mística, así como el encuentro de las diferentes culturas y tradiciones”. Sin duda que, a lo largo de estas décadas, su labor sigue siendo encomiable y su vigencia se revitaliza ahora con la edición del libro ganador en su convocatoria de 2023, “Para que todo sea”, de Francisco Jiménez Carretero.

Es este el undécimo poemario del autor albaceteño, quien en 2021 diera a la luz, “Y no te vi, Señor, y estabas…”. En aquel volumen, el sujeto lírico ya pretendía generar un diálogo espiritualimpregnado de un existencial intimismo. De su discurso manaba un compromiso humano y esencial a la hora de convertir en palabra la necesidad de Dios. En el soneto desacompasado que servía como pórtico, se adivinaban las claves temáticas del conjunto: búsqueda, anhelo, misterio y pasión, junto a voluntad de alumbrar una cotidianeidad cerca de la llama del Amado: “Y de nuevo ante ti,/ por si pudiera/ oír el eco de tu voz vibrante/ que me hiciera alcanzar en un instante/ la antesala divina de tu espera. Si supiera encontrarte/ tras la espera/ que trenza el resplandor más rutilante,/ si pudiera,/ teniéndote delante,/ aún sin verte, sentarme en tu ribera”.

Ahora, en “Para que todo sea”, la voz de Francisco Jiménez Carretero se afianza en la necesidad de aferrarse al pulso del Señor, de oír su latido, de dejarse ganar por el caudal de su inflamado amor. Porque a su lado, sus pasos se tornarán claridad, cobijo de esperanza, presagio de una transparencia que alumbre lo mejor de su acontecer: “Dios sostiene mi vida y aún la sube/ con la fuerza amorosa de sus manos,/ más allá de los límites cercanos/ donde vuela indolente alguna nube”.

 A su Introito, el poemario suma otros cuatro apartados, “Aquellas otras voces”, “La vida transparente”, “Tocar el cielo” y “Ubi caritas et amore”, que convergen en dar respuesta a una fe que rebosa el alma, que se hace dicha perenne y que florece en la constancia de su certidumbre. Esa instancia suprema en la que el propio yo se reconoce, es la misma a la que anuda su sentir para que espacio y tiempo se hagan creencia y presencia: “Aunque era noche oscura,/ he salido a buscarte a cielo abierto/ por el mar y el desierto/ y en el blancor de tanta nieve pura”.

Con un verso muy bien sostenido sobre distintas tonalidades rítmicas y estróficas, Francisco Jiménez Carretero conjuga su mensajecorazonado con la lumbre de sus promesas, de sus anhelos. Y lo hace de manera entrañada, trascendente, hasta completar un libro de muy hondos acentos místicos, rebosante de espiritualidad y virtudes líricas: “Porque Dios está aquí./ Entre las increíbles rendijas del asombro (…) Te recuerdo que en Él todo es de luz y canta./ Mi casa se ha encendido de repente/ con la luz que proclama su mirada,/ porque Dios es/ y está aquí para que todo sea”.

 

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