El Loco de la salina

Tambores cercanos

Doctor, vengo de la calle y, aunque me duele un montón la cabeza, por muchas vueltas que le doy al tarro no entiendo nada de lo que he visto allí con estos ojitos que Hacienda se comerá más pronto que tarde. Cuente, cuente, que todo lo de ahí fuera me interesa y me pone.
Mire, el viernes por la noche estuve en la Plaza del Rey y debo decirle en primer lugar que estoy loco por saber qué extraño gusto le saca toda esa gente de Hellín a pegarles tantos porrazos a los tambores. Perdone, pero no sé de qué me está hablando, porque hace días que no salgo de este manicomio; no me vaya a decir que han estado en La Isla los de Hellín. Sí, doctor, ¿los conoce? Claro, hombre, toca madera, son muy famosos por el follón que forman con los dichosos tambores; a mí concretamente no se me olvidarán nunca, porque los escuché una vez y desde entonces comprendí que lo mío sin lugar a dudas era el mismísimo manicomio. Y eso de aporrear un cuero hasta hacerlo reventar ¿lo ve usted normal, doctor? Pues mire, aparte de que lo normal está reñido con mi trabajo, debo advertirle de que aquí en La Isla gusta más un tambor que una cuchara y nadie se pregunta nada de nada sobre el particular. Sí, doctor, pero aquí en La Isla el personal muere de gusto por ver pasar una banda como Dios manda con todos sus avíos y no está acostumbrada a ver tantísima gente junta dando leña al mono, sin música ni partituras y sin más ilusión que a ver quién le da más fuerte. Bueno, bueno, como me imagino que era gratis, tampoco es para asustarse ni para poner el grito en el cielo, y además debe entender que los orígenes del hombre están localizados en la selva y por eso no puede extrañarnos que los tambores sean una forma eficaz de comunicarnos los humanos. Doctor, sigo sin comprender, pues otra mucha gente que conozco se comunica con la voz muy bajita sin tanto jaleo ni tantos porrazos. Sí, pero eso será porque no son del mismo centro de la selva, sino de los alrededores. Ah, y los que llevan en el coche la radio a toda pastilla, ¿de dónde son? Esos son de la selva, selva, los muy infelices. Entonces, doctor, ¿usted cree que los tambores hablan y son capaces de expresar algo? Pues sí, los tambores hablan y muchas veces expresan la rabia contenida; no hay nada más saludable que tocar el tambor un rato todas las mañanas. Y si hablan, ¿qué dicen? Un tambor dice lo que quiera decir el que lo toca y no me maree con tantas preguntas, que aquí el que pregunta soy yo y el loco es usted. Perdone, doctor, pero yo lo que quiero es curarme y salir de aquí. Pero, buen hombre, ¿cómo se le ocurre irse a escuchar los tambores de Hellín sabiendo que lo pueden dejar tocado de por vida? Uno que es masoquista y aventurero. Por cierto, ¿qué se celebra en La Isla para que vengan los de Hellín? Pero, doctor, con toda la cultura que usted tiene, ¿cómo no sabe lo que se celebra en La Isla en estas fechas? La verdad es que no caigo ahora; si me da una pista, seguro que lo adivino. ¡El bicentenario de las Cortes, doctor! Entonces, ¿por qué me habla de los tambores de Hellín? ¿qué tienen que ver los tambores con los diputados de las Cortes? Pues que se trataba de los tambores de la libertad y yo lo que quiero es ser libre de una vez e irme del manicomio. Bueno, hemos terminado, siga tomando el mogollón de pastillas que le receté y de momento no vuelva por aquí, que me va a volver loco a mí también con los disparates que me está contando. Hasta la próxima, doctor. Adiós, y a ver si ve menos películas que le van a terminar trastornando la mente.

asd

Envía tu noticia a: participa@andaluciainformacion.es

TE RECOMENDAMOS

ÚNETE A NUESTRO BOLETÍN