Notas de un lector

Diego Jesús Jiménez, entre nosotros

En el año 2001, Diego Jesús Jiménez daba a la luz en la editorial Hiperión “Iluminación de los sentidos”, una hermosa antología realizada por el propio autor, que recogía su obra poética desarrollada a lo largo de cuarenta años y donde se reunían textos de sus siete poemarios. En el amplio estudio que firmaba Manuel Rico, le reconocía “una cierta lateralidad respecto a las corrientes dominantes”, algo en lo que muchos otros críticos también han coincidido. -En verdad, su labor lírica se mantuvo al margen de un colectivo poético concreto, si bien su quehacer siempre lindase con la llamada Generación del 68-.


El 13 de septiembre del pasado año, moría en su casa de Madrid Diego Jesús Jiménez. Nacido en 1942 -también en esa misma ciudad, aunque viviera su infancia en el pueblo conquense de Priego-, su personalísima voz fue afianzándose al hilo de cada nueva publicación. La aparición en 1996 de “Itinerario para naúfragos” al que se le concederían el Premio “Jaime Gil de Biedma”, Premio Nacional de Literatura y Premio de la Crítica, devolvieron a un primer plano el interés y el reconocimiento de una carrera marcada por el rigor y el buen hacer.
Toda su poesía se vertebra sobre la indagación, sobre los interrogantes que plantea la historia común de los hombres y las propias remembranzas personales. Desde sus comienzos, el referente temático de este madrileño se mantuvo fiel a una dicotomía que prendía lo vitalmente humano y, a su vez, buscaba la magia reveladora del lenguaje. Amor, memoria y muerte, en suma, centraban su núcleo esencial: “Desamparado, vuelvo a ser un niño/ pintando en las paredes del colegio (...) te necesito, amor, me haces falta/ para ponerle nombre a esta tristeza”.

Ahora, con buen criterio, la Fundación Centro de Poesía José Hierro, acaba de editar, en su colección Homenajes, “Escombros de la luz”, una compilación que incluye un buen puñado de poemas de tres de sus libros principales: “Fiesta en la oscuridad” (1976), “Bajorrelieve” (1996) y el ya citado “Itinerario para náufragos”.
En su emocionado prefacio, afirma Tacha Romero que ve “en la poesía de Diego Jesús Jiménez la misma solidez y hondura cuando describe con palabras que cuando lo hace con colores y texturas”. Porque de sobra es sabido, que él supo aunar lo plástico y lo lírico de manera excepcional y que en ambos campos se movió con singular soltura.

En esas páginas que ahora nos reavivan su llama, puede hallarse su gusto por la sorpresa verbal, por su honda y meditativa condición versal, por la incesante búsqueda de la ulterior verdad del ser humano, por su halo de vívida nostalgia: Mueve un aire indefenso la cortina del patio/ y la tarde, por entre las enredaderas/ y las hiedras,/ tiene el color de las serpientes./ Sólo la exactitud de la memoria/ es la belleza ahora del poema que escribes”.

Oportuno y cálido, pues, este florilegio que sirve de homenaje a un poeta mayor, de personalísimos acentos y de intensa vigencia: “Mi vida, una palabra, una palabra sólo/ verdadera y tenaz, enredada a la muerte”.

Envía tu noticia a: participa@andaluciainformacion.es

TE RECOMENDAMOS

ÚNETE A NUESTRO BOLETÍN