La venta de esa obra respondió con creces a lo que esperaban los expertos de esa casa de subastas, que la consideraban el mayor atractivo de la velada y una de las piezas más destacadas de la valiosa colección que formaron los estadounidenses Sidney Brody y su esposa Frances durante muchos años de intensa relación con el mundo artístico y cultural a uno y otro lado del Atlántico.
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