Leo que el verbo enervar es un cultismo proviniente de la expresión latina enervare, que quiere decir algo así como retirar el nervio de la carne, quitar el nervio o el vigor a una persona. Sin embargo, la RAE incluyó otra acepción en 1984: poner nervioso. En esta ocasión, se trata de un galicismo. Así están los nervenses, gentilicio de los habitantes de Nerva, intranquilos e irritados al comprobar que le dieron la mano a las administraciones en 1998, año de la apertura del vertedero, y les han cogido el codo, el hombro, la pierna y hasta la cartera en estos últimos veinticinco años.
Lo que se abrió con Manuel Chaves de presidente de la Junta y José Luis Blanco de consejero de Medio Ambiente fue una instalación para acoger los vertidos de las provincias de Sevilla, Cádiz y Huelva. Y vinieron los poyaques, una expresión coloquial donde las haya. Pues ya que está abierto, no le vamos a negar al resto de provincias andaluzas que puedan traer sus residuos. Pues ya que está abierto, no vamos a ser insolidarios con el resto de España. Y así ya vamos por Montenegro. Es la antología de un disparate legal, que cuenta con el visto bueno de la Junta de Andalucía y el permiso del Gobierno central.
Residuos, rechazados en otros destinos, que navegan en barco a través de los mares Adriático, Jónico y Mediterráneo para subir por el río Guadalquivir para su descarga, a la intemperie, en el puerto de Sevilla y su traslado a camiones, que por carretera -no vuelan-, llevan miles de toneladas de desechos hasta la localidad que está de los nervios, que exige una solución y parece haber dicho basta. Un verdadero desatino que contrasta con asir y enarbolar la bandera verde del ecologismo institucional impulsada por los vientos generados desde Bruselas.
Y, llegados a este punto, ¿qué se puede hacer? Primero, no engañar más a los vecinos. Esta instalación no se puede clausurar como quien cierra una cuenta de google. Sí, puede ser el principio del fin del vertedero si existe, claro, voluntad política y capacidad de gestión para encontrar una alternativa. Pero ¿qué alcalde quiere un vertedero en su municipio y a un año de las elecciones locales? Es la madre del cordero. Ninguno queremos un contenedor de basura al lado de nuestra vivienda, pero en algún lado habrá que guardar los residuos si no somos capaces de hacerlos desaparecer.
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