Patio de monipodio

Ébola y edema

Porque la verdadera crisis, la grande, es la del inútil gobierno, incapaz de dar un paso acertado, de tan centrado como está en servir los intereses económicos de sus “protegidos”...

La crisis no es económica, pero es endémica. Por eso no es económica. Una crisis es la del Ébola, una. Porque la verdadera crisis, la grande, es la del inútil gobierno, incapaz de dar un paso acertado, de tan centrado como está en servir los intereses económicos de sus “protegidos” -mejor decir protectores o mandatarios-, que ignoran hasta las mínimas y elementales normas de seguridad y, con el mayor descaro, culpan a las víctimas. Como la vecindona -demasiado seguidora de oficiales declaraciones- incapaz de respetar a sus vecinos, convencida de que molestar es “su” derecho, protegido por leyes que permiten altos niveles de ruido y que, también en uso de su derecho a “opinar”, maldecía de la enfermera, a quien deseaba la muerte. Igual que la inculta asilvestrada, en hiperbólica desconsideración, las autoridades son incapaces de limpiar una casa, de gastar adecuadamente: habría costado mucho menos montar un hospital de campaña en Liberia lo que hubiera servido a muchas más personas y no habría traído la enfermedad.

Ya que aquí todo se copia, debería aprenderse lo positivo. Podrían aprender de los USA cómo se gestiona un brote, para no propagar la pandemia. Allí se ha limpiado en un día lo que en Madrid no se terminó en una semana. Allí se aisló a un perro; aquí se sacrificó un animal no culpable de los males ni de los errores de quienes han demostrado ser más animales que el can. Han puesto España más cerca de Sierra Leona que de Europa; la han sacado de la civilización, por la ineptitud inducida de autoridades que se permiten reírse de los enfermos y de los enfermeros, con su desconsiderado “para ponerse un traje no hay que hacer un máster”, ó “si fue a la peluquería no estaría tan mal”. Frases capaces de sonrojar a cualquiera. A cualquiera con color en sus mejillas, claro. Pero aquí dimitir parece lo único imposible. Será que falta color… será que el administrado, el mal-gobernado es, al fin y al cabo, lo que menos importa.

La incapacidad para evitar la crisis del Ébola no sólo es incapacidad para llevar a cabo esa gestión. Es incapacidad. Simplemente. La misma que impide terminar con lo que llaman “crisis”, pero que, como cada vez queda más claro, es un cambio programado y provocado ex profeso. Pero no se le puede llamar por su nombre, porque conllevaría aplicar soluciones contra su voluntad de favorecer a los culpables creadores de esta situación. Gobernantes amorales necesitan a sus órdenes ineptos sin escrúpulos para culpar a las víctimas, en vez de arbitrar medidas, facilitar medios, enseñanza al personal sanitario. No sea que los cursos se queden en engorde de cuentas corrientes de entidades fantasmagóricas. Será por eso.

Decir ante las cámaras “tenemos los medios para controlar el brote” es engordar la mentira, aumentar el desprecio insolente al administrado; intentar ocultar su incapacidad y, lo peor, su falta de interés en aprender. Frente a ello, el edema posterior, y hasta el mismo Ébola, carecen de peso. Debería bastarles reconocer la facilidad de detenerlo, porque el brote es mínimo. Pero les llevaría a aportar soluciones, a lo que no están dispuestos, porque les faltan capacidad e interés. Como en todo, no es una excepción.

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