Parando letras

Aquella chica de barrio

Tenía demasiadas inquietudes acumuladas. Si alguien se cruzaba en su camino, se escondía. Y es que ella tenía un gran miedo: volver a picar en la trampa de otros brazos, para volver a caer posteriormente, sin nadie que salvase su caída

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Nunca había visto una sonrisa como aquella. Brillaba más que cualquier estrella en la noche. Iluminaba ciudades, pero sobre todo iluminaba vidas. Las vidas de todos aquellos grises de esta sociedad en la que reinaba por encima de todo el caos. Paseaba de puntillas por las calles del barrio, con miedo a pisar fuerte, o al menos eso parecía. Era de esas chicas frágiles, por eso evitaba que la tocase cualquiera. Ya se había roto tantas veces que ni siquiera dejaba lugar a conocerla al completo. Tenía demasiadas inquietudes acumuladas. Si alguien se cruzaba en su camino, se escondía. Y es que ella tenía un gran miedo: volver a picar en la trampa de otros brazos, para volver a caer posteriormente, sin nadie que salvase su caída. Raramente la verías con su pelo suelto, pero ocasionaba vaivenes al bailar su larga melena con el viento.En su cuerpo podías apreciar bastantes cicatrices de batallas anteriores. Jamás se rendía, aunque no soportase el dolor tras cada descuido en el camino. Prefería intentar todo. Darse una oportunidad antes de guardar en su mente un ‘qué hubiera pasado si...’ Tantas veces había tropezado con sus errores que no le importaba caer una vez más. Siempre buscando su dirección, siempre buscando un nuevo techo que romper. Pensando que la vida era eso, devorar cada miedo que nos acechase, derribar de un portazo todas las dudas que nos asaltasen, darle ritmo a las notas de nuestros pasos, hacer poesía con cada palabra amiga de la soledad. Seguía fiel a sus credenciales; exprimirse al máximo ya que no creía en eso de que fuésemos la media naranja de nadie. Ella creía que somos el jugo que endulza y complementa al fusionarse. Y así pasaron los años hasta que perdí su pista. Todo el mundo hablaba de ella, de su ausencia, de las huellas que había dejado en la ciudad, de su aroma a libertad, de los besos que había regalado. Nadie volvió a saber de ella, aunque muchos la siguen buscando aún. Colgaron cartel de ‘se busca’ por las calles intentando encontrar alguna señal que delatara su presencia. Otros ofrecían recompensa. Mientras tanto, yo, seguía creyendo que algún día alguien tropezaría con ella. Seguía confiando en que alguien volvería a rescatar aquella chica del barrio que un día fui.

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