La salita de Moy

Extraordinarias sí, extraordinarias no

Juan José Asenjo ha tenido la capacidad de nadar a contracorriente hasta el punto de que cuando falte, al menos unos pocos, nos acordaremos de él...

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Aún con el regusto de lo vivido el pasado sábado con la Virgen de la Salud de San Gonzalo por las calles de Sevilla en una procesión extraordinaria inolvidable. Después de presenciar un pontifical de coronación exquisito, significativo y más que emotivo, hoy denominado por cierto como misa estacional. Tras comprobar in situ y por un centenar de fotografías que la Virgen del Barrio León lo que nunca estuvo es sola, ni mucho menos. Hoy levanto con esa longeva cuestión con formato de debate que desde hace años viene poniendo en entredicho buena parte del público cofrade. ¿Extraordinarias sí o extraordinarias no? Entra en la salita, que hoy lo discutimos, pero sin ensañarnos.

Sí, porque hay ocasiones que bien merece la pena celebrar y compartir con toda Sevilla y con todos los cientos de miles de turistas que nos visitan. No, porque somos excesivamente propensos al autodesgaste. Sí, porque es una parte trascendental de toda hermandad, el culto público para ayudar en la misión evangelizadora de la Iglesia. No, porqué la multiplicación de hechos tan reseñados como son las coronaciones pueden llegar a generarnos un colapso en el que perdamos todo el sentido litúrgico del acontecimiento.

Y así podríamos estar debatiendo hasta mañana, o incluso hasta autoproclamar un referéndum que ya además existe en forma de decreto y que está firmado por el mismísimo arzobispo de nuestra Archidiócesis. Y aquí es donde me quiero detener. Porque cuando las flechas te apuntan lo lógico es salir huyendo, pero Juan José Asenjo ha tenido la capacidad de nadar a contracorriente hasta el punto de que cuando falte, al menos unos pocos, nos acordaremos de él. Y puede ser que su trato popular no sea el más deseado por esta especial ciudad en su embaucador carácter cofradiero, pero cuando por entonces todos debatíamos si era acertado la multitud de procesiones extraordinarias que por entonces vivíamos, llegó Asenjo y zanjó una cuestión de principios con un decreto tan sentenciador como para algunos impopular. Pero lo que es seguro es que nos ha abierto los ojos. Ahora todo se vive más.

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