Curioso Empedernido

Entre solideces y levedades

Vivimos entre prisas y caducidades, todo son carreras y cuestiones rápidas que antes de nacer ya están pasadas de moda y caducadas

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Subimos y bajamos, seguimos y paramos, nos elevamos y descendemos, mientras buscamos nuestro horizonte  entre voces y silencios, golpes y abrazos. Evocamos fechas y vivencias y hacemos proyectos de futuro, con apuestas y vinculaciones que nos arrastran a la celebración de tradiciones o a las innovaciones y cambios necesarios.

Entre solideces y levedades de nuestro ser , casi siempre llegamos a encontrar rincones para perdernos, mesas en las que nuestros paladares puedan disfrutar , paraísos por descubrir y espacios por explorar ,iniciativas que poner en marcha y oportunidades que aprovechar.

Vivimos entre prisas y caducidades, todo son carreras y cuestiones rápidas que antes de nacer ya están pasadas de moda y caducadas, y entre descansos y desahogos casi nunca encontramos el momento justo de hacer las cosas entre autenticidades  y falsedades.

Destilamos ideas, coleccionamos recuerdos y nos convencemos que casi nadie, aunque lo parezca, elige su camino sino   que se lo encuentra entre luces y señales, sombras y oscuridades, casi  sin darnos cuenta, como si nos hubieran dado un empujón, estuviéramos en medio del escenario y hubiéramos de interpretar nuestro papel.

Oímos voces cerca aunque estén muy lejos y hacemos oídos sordos a quienes a nuestro lado  nos gritan sus necesidades, nos hacen preguntas, nos piden que curemos sus heridas, y nos resultan extraños aunque sean nuestros hermanos, virtuales aunque sean tan reales como nosotros mismos.

Hay quienes son unas ventajistas, unos tramposos y siempre juegan con las cartas marcadas, jamás hacen renuncias y desconocen cómo se conjuga el verbo compartir, y su juego es un permanente ensimismamiento que solo habla de ellos, en primera persona del singular.

Con demasiada frecuencia entre nuestras levedades utilizamos palabras que no importan, pero que viven en nuestros cuerpos y almas y que nos dejan sus zumos como las naranjas, que nos incitan y nos excitan, que nos sirven para reclamar y para que nos pidan explicaciones.

Relámpagos y truenos, luces y griteríos, nadie y todo el mundo, aquí y allí, límites y excesos, perdidos y encontrados, limpios y sucios, risas y llantos, mañanas y tardes, noches y días, himnos y sinfonías, colores y calores, tensiones y resistencias, palabras liberadas y silencios consentidos.

Nuestras vidas están llenas de momentos perdurables, de dimensiones desconocidas, de originales y copias,  de aprecios y desprecios, de afectos y hostilidades, de lejanías y cercanías, de estribores y babores, de pulsos y latidos.

Cuando nacemos, solo una cosa tenemos medianamente clara, que somos seres para la muerte, de que entre nuestras dualidades en un momento estamos y al siguiente ya no existimos, y cuando alcanzamos determinada edad cada día nos parece una propina.

Desde que estrenamos nuestros primeros pasos, aprendemos las primeras letras y los números, manejamos como lo hacen ahora los más pequeños nuestras primeras tabletas,  y vamos descubriendo el mundo que tenemos a nuestro alrededor, vamos aprendiendo y descubriendo que cuanto más lo hacemos menos sabemos.

Cada día, vamos aprendiendo que podemos hablar de algo más que de nosotros mismos, y es cuando entre aciertos y desaciertos, entre dichos y hechos comenzamos a escribir nuestra propia biografía.

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