Hablillas

Pasión por el teatro

Qué tendrá el teatro, qué clase de magia despliega que la vida propia se detiene para vivir otra que no sale del escenario.

Qué tendrá que quien se decide por él no lo puede abandonar. Muchos actores admiten con humildad y valentía que lo hicieron por timidez, que la primera vez que se subieron a un escenario fue en el colegio donde estudiaron, animados o como tarea complementaria sugerida por el profesor pero con la certeza del mandato.

El nerviosismo del primer encuentro con los otros personajes de la obra a representar fue encubierto por las miradas continuas al papel, fingiendo una atención que saltaba del guión a las palabras de los otros. De vez en cuando los ojos miraban con disimulo alrededor, imaginando la tramoya, la bambalina y el telón. En realidad no importaba la limitación aparente, no había cámara negra, ni siquiera forillo y el acceso al escenario eran tres o cuatro escalones visibles claramente al final del pasillo central del salón de actos. En realidad no importaba porque los personajes transformarían la frialdad de las losas en cálidas tablas, aunque con la sala llena habría que forzar más la voz.

Qué tendrá el teatro, qué clase de magia despliega que la vida propia se detiene para vivir otra que no sale del escenario, que no pasa de la cuarta pared,  que una vez terminada la función se queda tras el telón haciendo mutis hasta que otra llega y la extravía. Son los actores quienes habitan en los personajes, quienes los hacen visibles para que el espectador los ame o los odie pero el teatro, la obra de teatro, es una labor de equipo que empieza a conocerse en el colegio, cuando los niños participan en un belén, cantan un villancico o forman parte del reparto de “Pigmalión”, “Yerma” o “Tres sombreros de copa”.

Es entonces cuando sienten el cosquilleo del estreno, distinto e inevitable, que tanto se echa en falta cuando callan los aplausos. Es entonces cuando en el silencio que encubre la timidez los chicos dan las gracias al loco y querido profesor que le impuso tal tarea, que acabaron con sobresaliente y que tanto desean volver a repetir. Puede que así naciera una vocación que el tiempo y la madurez transformaron en pasión y medio de vida. Puede que así sucediera en el Instituto Isla de León, donde mañana culmina una exposición sobre su teatro que abarca casi treinta años.

El cartel lo dice todo, una mano asoma por un telón, presta desvelar la magia que esconde, lo que pronto se va a descubrir. Una andadura que empezó con una obra sobre el Patio Cambiazo, que salió del recinto para disfrute de otros alumnos y siguió con otros títulos cuya documentación gráfica da la bienvenida al visitante en el salón de actos, así como los rostros de los artistas que de aquellas aulas salieron, cuyos nombres brillan hoy con luz propia.

La exposición muestra teatritos de cartón curiosamente reproducidos, piezas, atrezzo, forillos, vestuario, libretos y una curiosa reproducción de los títeres de la Tía Norica cedida por un Instituto de Puerto Real. Pero lo más emocionante es contemplar que todo es obra de los alumnos, producto del desvelo y la ilusión que les han transmitido sus profesores.

Es por lo que la hablilla de hoy está dedicada a ellos en la persona de María Luisa Santamaría. Gracias por transmitir y compartir esta bendita pasión desde las aulas. Los alumnos lo agradecen. Seguro que alguno ya vislumbra su horizonte y se sueña enfundado en una túnica y calzado con coturnos. Enhorabuena.

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