En román paladino

Después de la batalla

La victoria de Iglesias ha sido al alto precio de haber amagado con su retirada

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El paisaje después de la batalla resulta similar –pero no igual- que antes  de los congresos que hemos vivido. Se han clarificado los poderes en los partidos. En el Partido Popular lo único destacable ha sido el ascenso de quién se perfila, muy en el futuro, como sucesor de Rajoy, cuando toque. La vida política de Maillo es similar a la del propio Rajoy –presidente de la diputación de Zamora, diputado y todos los cargos posibles en el PP- aunque a diferencia de Rajoy es aún alcalde de un pueblecito de 400 habitantes de la comarca de la Tierra del Vino zamorana, Casaseca de las Chanas, y comparte el poder vicario de Rajoy, con la única dirigente puesta en cuestión en el cónclave popular, María Dolores de Cospedal. Por lo demás, el ruido se ha formado ya el día después. La declaración de la exministra Ana Mato –donde el propio PP ha sido acusado de actitud evasiva y resistente por la fiscalía- y la imputación del presidente de Murcia. Ya se sabe que nada de esto afecta ni afectará al PP ni a Rajoy, porque así lo demuestran en cada oportunidad los españoles en las urnas. Hasta ahora, al menos. Rajoy se defiende diciendo que quién se acuerda, que todo eso viene ya de muy lejos.

En Podemos resulta chocante el interés de los medios por condicionar los resultados de su asamblea. Han votado 155.000 personas y han opinado sobre su liderazgo. Lo han decidido con libertad y hay que respetarlo democráticamente. La mayoría –por no decir todos los medios- apostaban por Errejón y ha ganado, con una mayoría holgada,  Iglesias. Que aprendan para el proceso próximo  del PSOE, donde las apuestas de los mismos medios son harto evidentes. Las preferencias las deciden  los directamente afectados.

La victoria de Iglesias ha sido al alto precio de haber amagado con su retirada –incluso de diputado- y también de haberse puesto de manifiesto que un tercio de la organización opta por Errejón y más de una décima parte por los Anticapitalistas. La pauta del latiguillo oratorio empleado por Iglesias se debe a la gaditana y referente andaluza, Teresa Rodríguez,  que, cuando la gente gritaba por la unidad,  apostilló con la única palabra que claramente no adorna al líder refrendado de Podemos: humildad. Unidad y humildad que Errejón quiso que rimara también con pluralidad. ¡Demasiada rima!  

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