Con esta frase de la novela de Mario Vargas Llosa Conversación en la Catedral comenzaba el debate sobre los 30 años de España en la Unión Europea en los que los ex ministros Marcelino Oreja y Josep Pique y el presidente Felipe Gonzalez (no me abronquen, porque los ex presidentes del gobierno español siguen teniendo el tratamiento de “presidente” de por vida) se explayaron sobre el momento actual de la UE, con la ayuda de la periodista Pepa Bueno y de Nicolás Sartorius.
La discusión giraba sobre el momento en que se fastidió el proyecto ilusionante de la Unión y cuándo España empezó a hablar de Europa como si no estuviésemos dentro de Europa. Si se discute sobre la crisis de los refugiados el gobierno español dice que harán lo que digan en Europa, sin ser conscientes de que nosotros también somos Europa y parte de la toma de la decisión. “Estamos en Europa pero no somos Europa” comienza a ser la más que preocupante actitud de muchos gobiernos, entre ellos, del actual gobierno español. Las críticas a la austeridad "hasta que se muera el enfermo" fue la cruel expresión de crítica a la política económica de Europa en contraposición a la excelente política anticíclica que tan buenos resultados le ha dado a Obama, que ha acabado en un 5% de paro en plena crisis global.
¿Qué culpa tiene Alemania? El líder más alabado fue Helmut Kohl que para hacer “una Alemania europea mejor que una Europa alemana” optó por la creación del euro y el abandono del fuerte marco alemán. De Ángela Merkel dijeron que ha optado por una Alemania...¡alemana! Ya están lejos los tiempos en que entre Giulio Andreotti y Francois Mitterrand pusieron en boga la cínica frase de que amaban tanto a Alemania que preferían que hubiera dos en lugar de una, De esta manera torticera estos veteranos líderes se oponían a la unificación alemana.
No sé para qué hablo de esto si el interés de Andalucía está en el conocimiento de toda la verdad de los cursos de formación, que no se va a conocer en los tribunales de justicia, sino en una comisión parlamentaria. Está claro que Andreotti y Mitterrand no estaban solos en el cinismo. n
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