El ojo de la aguja

La bajamar

Uno de los encantos que se pueden contemplar desde la playa es, sin lugar a dudas, la función de los aguajes del océano en la bajamar

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Uno de los encantos que se pueden contemplar desde la playa es, sin lugar a dudas, la función de los aguajes del océano en la bajamar.

Cuenta la bajamar con una multitud de atractivos que siempre fue motivo  de inspiración de artistas, pintores, poetas, músicos etc. Ese encanto y esa atracción se diría casi mágica del reposo de los aguajes invita a una de las mayores contemplaciones,  generadora de un afable y creativo sosiego.

La bajamar del océano ofrece en su amplitud un sinfín de diferentes sensaciones, según a la hora y el momento del día , desde el ángulo que se le mire. Para el niño que corretea a lo largo y ancho de la playa, y busca afanoso en sus juegos a la orilla, la bajamar le supone a muchos críos como un intento de huida del océano. Vemos al niño coger agua con un cubo de plástico, tratando de llenar en una hueco de arena toda el agua que pueda, algo casi imposible.


No recuerdo las veces y las distintas maneras que he podido vivir esta sensación agónica, tremulante de la bajamar en el océano, bajo la luz redonda y grande de una luna llena, entre el juego blanquecino de tirabuzones que pretende hacer el rompeolas con las contorsiones de sus aguajes. La bajamar de las noches de luna llena ofrece tonalidades grises, malvas, de oro y plata.

Yo he visto a pintores imbuidos en los encantos de la bajamar al quebranto del alba cuando los barcos de Punta Umbría, en su retorno, asoman sus mástiles desde levante a la entrada de la ría. Es la bajamar al romper el alba una escena tan maravillosa que difícilmente se puede plasmar con total exactitud.

La estampa inigualable de las gaviotas en bandadas, alerta, pendientes de los movimientos cadentes de los aguajes que orillean, con un lento y pausado caminar a la búsqueda de la lombriz, o de los pequeños peces que se aproximan a la orilla. La imagen ya congénita de los mariscadores, metidos con sus ropas  de agua color medusa, arrastrando a pulso sus bártulos a la búsqueda constante de la coquina.

Es la bajamar también un indicador, una parada, un alto, una señal inequívoca de templanza y retroceso. Aquí, la bajamar en Punta Umbría, lo que es la ría, marca ya un antes y un después, los barcos con sus bodegas cargadas del preciado fruto de la mar, realizan sus oportunos virajes para arribar al puerto.

Qué duda cabe de que la bajamar se convierte en el punto inicial de una nuevo rodamiento de las aguas del océano en su ciclo constante y diario con milimétrica exactitud, hasta realizar el cuántico coeficiente de sus contorsiones. Esta tarde la bajamar se ha quedado con la huella del último visitante de la playa, casi poniéndole límites al Rompido.

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