El Loco de la salina

Lo de Cataluña

Aquí, entre estrechos de miras en Madrid e iluminados salvapatrias en Cataluña estamos apañados.

Sobre este tema los locos no estamos de acuerdo. Solamente coincidimos en que a partir del día 1 de octubre (no el 1 – 0, que parece un resultado de fútbol) los telediarios no van a saber qué contar y en que los independentistas no nos resultan excesivamente simpáticos por lo que implica de desprecio a los demás habitantes de esta nación, si a estas alturas se le puede llamar nación a España.

Aquí en el manicomio hay opiniones para todos los gustos. Hay quien está en plena sintonía con Puigdelmonte y se ha hecho una urna de cartón para votar cuantas veces le venga en ganas. Cada cinco minutos introduce un papel en la rajita y se le pone una cara de satisfacción que no veas. Dice el psicólogo del manicomio que eso es una enfermedad obsesiva que se llama votitis crónica.

Otros dicen que entre el coreano y el Tirititrán van a terminar apretando el botón y ya no se va a votar nunca más. Otros aseguran que los catalanes disfrutan con llevar la contraria como hacía Diógenes. De éste se cuenta que, siempre que la gente salía del teatro, él entraba. Evidentemente se chocaba con todos. Cuando le preguntaron por qué hacía eso, Diógenes respondió: “Es lo mismo que trato de hacer a lo largo de toda mi vida”.

Mi vecino dice que el asunto catalán lo va a volver loco. Lo que no dice es que ya lo está hace tiempo. Sin embargo hay cosas que a ninguno de los locos nos entran en la cabeza. Si muchos políticos no paran de robar, si somos todos los españoles los que pagamos los inmensos sueldos de los políticos, si se admite que la mayoría de ellos vaya en las listas sin un mínimo de preparación, si en esas listas suelen ir los más listos y listas, si muchos se tiran en el poder 40 años y lo que te rondaré morena, y no hay quien les limite el tiempo, digo yo que este tema lo deberían resolver ellos y que los demás no deberíamos estar calentándonos el coco cuando se presenta un problema como el catalán.

Para eso están ellos, para solucionarlo. Ellos no están para apretar de vez en cuando un botón y poner la mano para cobrar sus correspondientes sueldos y dietas. Aquí, entre estrechos de miras en Madrid e iluminados salvapatrias en Cataluña estamos apañados. Quedarse quietecito en la Moncloa a verlas venir o ponerse en plan gallego, la mía sobre la tuya, es lo más cómodo; y por la otra parte hacer que la gente se tire a la calle a defender “su” bandera es de lo más sencillo del mundo; esto ya lo hicieron personajes nefastos en la historia poniendo simplemente la manita en alto y llenando las plazas a reventar.

Y eso de que, si los independentistas dejan lo del 1 de octubre, podríamos hablar de financiación, suena a que a los catalanes os vamos a dar más dinero y más cositas si os calláis, y que a las otras comunidades autónomas, léase Andalucía, por ejemplo, les vamos a dar por el sitio oscuro. Es decir, el que no llora no mama se queda corto; es que ni siquiera vamos a poder acercar los labios a la teta. Los dependientes de la independencia pasan de las leyes sin tener en cuenta que en la cárcel podrían depender del funcionario de turno. País de locos.

A nosotros en nuestra locura lo que nos da pena es contemplar cómo los más inocentes, los que están en medio, los que no tienen más remedio que obedecer, los que injustamente viven a lo justo, los que sirven a cara de perro a su país y nosotros los locos tenemos que sufrir la preocupación y el salvajismo a que nos vemos sometidos por la incompetencia, el orgullo y el afán de poder de unos y de otros. El día en que los locos nos pongamos a luchar por nuestra independencia os vais a enterar de lo que vale un peine. Manicomio independiente, ya. O como se diga en catalán.

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