El Loco de la salina

Tiene guasa la cosa

Observo a muchos jóvenes que se pasan todo el día mirando el aparatito, aislados del resto del mundo.

Mi compañero de habitación vive en su mundo. Se pasa el día mirando al suelo, aislado del resto de los locos, siempre en plena conversación con seres imaginarios y se puede decir que ha perdido el norte, el sur y hasta el oeste. Me da pena de su soledad y cada vez que puedo me pongo a su lado, pero el pobre mío no quiere saber nada de lo que pasa tras las fronteras de su cuerpo serrano.

Sin embargo, después de observar lo que ocurre fuera de este manicomio, me parece que me va a tener que dar pena de muchísima gente que pasa por cuerda y que circula por peores caminos que mi amigo. Si me lo permiten, le voy a explicar la cuestión desde sus orígenes sin tener que remontarme a la Edad de Piedra.

No hace muchos años el personal se ponía en su cola para llamar por teléfono y una señorita le avisaba de que ya podía coger aquel cacharro negro y pesado, porque era su turno. El dedo se introducía en un círculo de plástico que llevaba sus números del cero al nueve y se arrastraba uno a uno hasta el tope. Después, con mucha suerte, se podía hablar.

Esa época pasó y se vio truncada por la aparición del móvil. Al principio se tenía en la calle la idea de que el móvil era cosa de carajotes, que lo que querían era presumir de avanzados y progresistas. A los pocos años, de carajotes era no tener móvil. Cuando el móvil era el pan nuestro de cada día, llega la guasa, o el guasa, que lo mismo significa. Ya el dedito no sufre tanto como con aquellos teléfonos de la era prehistórica, sino que hay que pasarlo suavemente por su pantallita y a escribir que no es gerundio. Yo me pregunto cuál será el próximo invento.

Pero a lo que iba. Observo a muchos jóvenes que se pasan todo el día mirando el aparatito, aislados del resto del mundo, siempre en plena conversación con seres imaginarios y que han perdido el norte…¿Les suena? Los mismos síntomas que tiene mi compañero de habitación. Si en mis tiempos a la gente patosa se le ponía cruz y raya, hoy por lo visto tienes que tener guasa para relacionarte con el resto de tus paisanos. Y ahí tienes a los cuerdos con el aparatito de marras escribiendo todo el santo día con los dos deditos, a una velocidad que les hace meter faltas de ortografía por un tubo sin que se les note en la cara ningún color rojizo.

Como sabe usted, siempre me intereso por el significado de las palabras; así que ya me he enterado por fin de lo que significa eso del guasa. Igual que la palabra guachirnai viene de la expresión inglesa What´s your name (¿cuál es tu nombre?) y de esa forma cachonda la traduce el gaditano, el vocablo “guasa” procede de la expresión inglesa WhatsApp, que además es un juego de palabras que viene de What´s up, que significa “Qué pasa”, o Qué tal”.

Pero aquí lo tenemos claro: el guasa. No tenemos remedio. ¿Por qué no lo llamamos el “quepasa” o el “quetal”? Será porque donde se pone un “corner”, no se pone un “saque de esquina”? Sin embargo lo de menos es el nombre. Lo importante es que el ser humano que despunta en el horizonte se nos va a volver muy avanzado, pero también un poco carajote. Entre la televisión, el ordenador, el móvil y el guasa, yo les juro que aquí más de uno termina tocado, si no lo está ya.

Por eso, al final los que estamos encerrados dentro de este manicomio vamos a pasar por gente normal, si nos comparamos a algunos prendas que pisan la calle y cuyo único objetivo es estar al día, aunque sea metiéndole continuas puñaladas al diccionario de la Lengua, que tanto tiempo costó hacerlo. ¿Tiene o no tiene guasa la cosa?

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