Estamos a medio camino de las próximas elecciones municipales; es decir, faltan dos años para que seamos llamados a las urnas una vez más.
Los ciudadanos nos enfrentamos al reto que nos presenta la democracia para elegir a las personas que, según nuestro criterio, sean las mejores para dirigir el destino de los más de 8000 municipios que salpican la geografía española.
No cabe duda que la democracia es el mejor sistema de gobierno que nos hemos podido dar, sin embargo hemos comprobado que no satisface a todos como consecuencia de los apaños que llevan a cabo unos y otros, repartiéndose las delegaciones y cargos en su propio beneficio sin pensar en el pueblo que los votó.
Soy de la opinión, ya lo he expresado otras veces, que para la buena marcha de los pueblos los concejales no deberían cobrar y que los partidos políticos se financien con las cuotas de sus afiliados.
Todo ello no es más que un sueño de verano que pondría al descubierto a los verdaderos amantes del bien común y a los que buscan el bien personal, aunque tampoco parece muy disparatado si tenemos en cuenta cómo funcionan las asociaciones de vecinos, los clubes deportivos, la asociaciones religiosas y un gran número de entidades donde sus miembros se entregan a los demás sin recibir nada a cambio.
Decía al principio que solo faltan dos años para un nuevo encuentro en las urnas y, según parece, nuestro ínclito alcalde ya se está preparando para volver a ocupar el puesto que tan malos ratos le hace pasar.
Debe ser espíritu de sacrificio y no masoquismo como alguno pueda pensar, porque el rumor que me ha llegado es que está en conversaciones, sobre el número de vallas disponibles para publicitar al partido, acompañado de su fotografía.
Me ha decepcionado, D. David, ya que lo veía como consejero de la Junta.
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