De los encuentros que se vienen publicando sobre el resultado que arrojaría unas nuevas elecciones, se deduce que el centro derecha lleva las de ganar.
El Partido Popular y Ciudadanos aumentarían en el número de escaños, el Partido Socialista y Podemos perderían votos por lo que la izquierda -esa que llaman progresista- está estudiando la manera de llegar un acuerdo sea como sea y, eso sí, sin tener en cuenta los españoles que estamos sufriendo este calvario.
Son muchos los que opinan que Pedro Sánchez, como describí en otra ocasión, está dispuesto a echarse en manos del mismísimo diablo con tal de asentar sus posaderas en la Moncloa. Sólo es comparable tanta ansia de poder con el odio que le tiene a Mariano Rajoy y a todo lo que representa.
Los morados, argumentan algunos, no pretenden entrar en el gobierno sino ocupar el espacio ideológico del PSOE para sustituirlo.
Estoy de acuerdo con lo primero y rechazo lo segundo porque, si así fuese, ‘el coleta’ hubiese decidido forzar unas nuevas elecciones. Solo le habría bastado un no rotundo al pacto PSOE-Ciudadanos en vez de representar una nueva comedia consultando a las bases con una segunda pregunta: ¿estás de acuerdo con la propuesta de gobierno de cambio que defienden Podemos, En Comú Podem y En Marea? Esta pregunta la hace para agarrarse a ella cuando le proponga a Pedro Sánchez, en el último minuto, un pacto que guillotine a la derecha.
Por su parte, los militantes socialistas tendrán que elegir entre volver a votar o apoyar un gobierno presidido por su secretario general en el que figuran además independientes propuestos por Pablo Iglesias.
Esto podría suceder, aunque yo espero -lo repito por enésima vez- que al final, y obligado por las circunstancias, la dirección socialista y Bruselas harán a Pedro Sánchez vicepresidente del Gobierno a las órdenes de Mariano Rajoy.
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