El posmodernismo

No es fácil definir algo que está contra toda definición y crea conciencia culpable protestarlo cuando grandes intelectuales lo muestran como liberación del hombre actual.

Publicidad AiPublicidad Ai Publicidad Ai
Esta generación hemos estudiado el modernismo ya compendiado y extendido sobre la parrilla cartesiana. Lo hemos sentido en los versos de un Machado, que se fue a morir tan lejos, o de un Unamuno que se vino ten cerca de Castilla para acunarla. Ciertos vascos de hoy no quieren querer de esta forma puede que porque ya están incluidos en el postmodernismo. Dicen los estudiosos que en el modernismo todavía reposaba la verdad absoluta como en aquellos talismanes de luz de las películas mágicas; el postmodernismo es todo relatividad, un subjetivismo blando como los relojes dalinianos, que para ciertas fuentes todavía lo estamos sufriendo esta generación y las que siguen.
No es fácil definir algo que está contra toda definición y crea conciencia culpable protestarlo cuando grandes intelectuales lo muestran como liberación del hombre actual.
Yo lo veo con otra óptica muy personal. Todos coinciden en que es una reacción más que una doctrina sistematizada y esto quiero subrayar con énfasis: es sobre todo relativismo frente a mala utilización de lo absoluto, individualismo frente a corsé de normas, libertad frente a imposición a un hombre que ha dicho 'ya basta'. Algunos objetan que se cae en el absolutismo condenándolo; la afirmación rotunda de todo es relativo tiene en sí olor a totalitario, es verdad. Pero no es desde el terreno teórico del axioma desde donde debe contemplarse sino desde el emocional de alguien que se planta.
Desde siempre, al menos desde demasiado antiguo, se le ha venido al hombre medio imponiendo el hombre listillo de cada época camuflado tras lo trascendente. Y ya está bien.
Desde este ángulo puede que sea esta época que vivimos origen de un reordenamiento social bien interesante que no admita ni el totalitarismo comunista ni el impuesto por un capitalismo igual de pernicioso. Los enemigos en ambos casos nos han venido, hombre medio digo, desde un colectivo despersonalizador; es lógico derivar al individualismo, a la verdad lasa o a la religión subjetiva como medio de defensa. Y tiene explicación que un Fukuyama, siguiendo los pasos de Hegel, haya proclamado El fin de la Historia y el pensamiento único para un futuro en que las ideologías ya no son necesarias sustituidas como están por la economía.
Los que viven del sistema antiguo andan alarmados, yo creo que sin sentido; hay que mirar la historia para comprender que este exceso acabará en la justa medida como tantas veces, eso sí, con un grado de libertad mayor para este ciudadano paciente a lo largo de siglos de una coacción que a estas alturas le resulta insoportable. No le es posible persistir con los mismos trazados morales a este villano de hoy que ha presenciado ya demasiados cambios y sufrido no pocos desafueros. Se intenta evitar guerras en las comunidades más avanzadas, pero por reacción se crean otras fuerzas que contrarrestan las actuaciones. No es para manifestarse tan pesimistas ante estos cambios sometidos a una dinámica social que restablece el equilibrio. Y es curioso, las conciencias de más compromiso religioso son las que más desesperanza alcanzan sembrando pesimismo. Me admira y no sé qué harán cuando sea el fin del mundo. Vivir para ver.

Envía tu noticia a: participa@andaluciainformacion.es

TE RECOMENDAMOS

ÚNETE A NUESTRO BOLETÍN