La condición es humana

Nuestra naturaleza está hecha para nacer y crecer disfrutando de la vida tal como es

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Es de buen criterio reflexionar con más calma y no emitir juicios rápidos y, sobre todo tajantes, sobre el comportamiento humano. Nunca sabremos cómo evolucionarán las cosas estando el espíritu del hombre de por medio. Es una idea que me persigue últimamente y una vez y otra la repaso con los mismos resultados. Es impredecible el futuro y no tiene más vueltas. ¿Ni tendrá? ¿Al menos un pequeño atisbo?

Dani, que es muy aficionado a soñar dentro de los cauces de la ciencia, ha sido objeto de mi asalto provocando su imaginación para que continúe un cuento sobre el tema. No sé si lo está intentando o sufre una especie de síndrome de frontera con el pie indeciso en terrenos sin precisión. Pero los hombres padecemos demasiadas veces este mal. ¿Dónde está la frontera de un líder? ¿Dónde acaba la dignidad? El hombre un tanto romo de sensibilidad no parece sino una defensa natural contra lo impreciso. La angustia siempre es imprecisión.

El hombre rústico no siente atractivo ninguno en cultivar sus maneras por mucho que trate con el aristócrata; sabe que la felicidad no es sinónimo de refinamiento y que no es buen negocio cambiar poder por un mundo artificioso. Se suscitó la revolución en Francia contra el robo indigno de la libertad al pueblo y no por envidia de la frase pulida o la peluca empolvada. El pueblo, el cazurro, siempre supo más atractiva su garrulería, que saludaba con una risa sardónica las maneras artificiosas de los amos. Y éstos sin embargo se sintieron atraídos por la sencillez de los sencillos. Lo castizo que se decía en la corte de los Borbones, una forma finolis de llamar por su nombre a la realidad.
Nuestra naturaleza está hecha para nacer y crecer disfrutando de la vida tal como es y lo demás son componendas sociales que buscan sobresalir, pisar sobre las cabezas y que tiene su precio. La ciencia nos ha hecho apreciar lo nuevo, especialmente en la salud, y la sabiduría del hombre de hoy seguramente consiste en dosificar sin sacar nada de quicios. La vida espontánea, la sencilla como digo, la natural suele ser el mejor camino; lo demás tiene el riesgo de pasarse de dosis y no se suple nunca totalmente la sensibilidad de un páncreas con dosis inyectadas. Y más en el espíritu, donde todo es exacto como el canon estético.

El hombre de verdad pueblo no busca en el aula educación de formas sino utilidad: hacerse un hombre de provecho en lo que no entra para nada lo refinado. No hay sainete mejor en la plaza de mi pueblo como la llegada de un dandi a la tertulia. Yo nunca voy a extremos porque ya hemos dicho que las verdades de esta vida están fluctuando; sabemos que un profesor tiene prestigio pero no sabremos definir en qué consiste. Pero nos conviene pensar. a las alturas que estamos de civilización, que no será totalmente la vida rural pero tampoco lo es la vida urbanita y el acierto puede que esté en un intervalo más que en puntos notables. Entonces es cuando hace falta la reflexión que nos dé tablas en las decisiones. Por eso educar en verdades concretas no sirve; tu abuelo no tuvo estas circunstancias. Conviene dotar a la mente de agudeza y abandonar a cada uno como hacen las aves. Darle "tablas" al hijo es lo que importa. Algunos lo hacen tan a lo concreto que agostan la iniciativa. Para ser eficaces en la aldea global, integrales y cortesía. Pero para ser felices tal vez convenga observar un tanto la vida rústica donde todavía quedan dosis de sentido común, de naturaleza en estado puro. Salir del hotel y patear las calles del pueblo. Quedan pocas.

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