A tiempo

Estamos a tiempo, que empieza el curso y cada vez quedan menos oportunidades.

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Es el comienzo de curso, por lo que estamos a tiempo de muchas cosas, tan importantes como que de ellas depende el mañana. No tenemos una conciencia clara de lo relevante que es la educación para un grupo organizado en democracia y en estos tiempos de complejidad: su calidad será la de los individuos que lo componen y éstos lo que la influencia educativa que reciban. Por donde, queramos o no, hemos ido a dar con el responsable primario de todo, el profesor. Debemos acostumbrarnos a saberle exigir, pero a exigirle sin contemplaciones, que tome conciencia de lo que pende de su postura ante el niño de hoy.
Nuestra sociedad española no tiene como principal problema en estos momentos la carestía de bienes sino de material humano. Por tanto el principal problema que nos aqueja en estos momentos, léanlo bien, es la educación. Fijad la vista en el profesor de primaria, que es donde está el origen de todo, y vapuleadlo, exigidle, adoradlo, animadlo, abrazadlo, y sobre todo preparadlo porque nuestro hijo es lo que él quiere que sea y nuestro grupo social va a tomar el rumbo que él decida con su calidad. El que no lo vea como profesional que espabile, que se esfuerce o que abandone, es un estado de emergencia. No cejéis en exigir debates, esfuerzos, acaloramientos si llega el caso, porque nos urge calidad en el sistema, un maestro puesto en marcha.
Cualquier ley de educación puede crearse buena, pero cualquier ley buena no sirve si falla el día a día de la tutoría. Hay que educar tutores, ahí está.
Yo simplificaría en dos cosas: que consigan ilusionar a cada niño con su vida y con su plan de vida en el aula y que hagan de cada mente infantil una mente crítica. Cuestionar lo que rodea al pupitre en una marcha auténtica a lo auténtico. Un espíritu crítico, amable y sereno, de cuanto se cruza por delante desde lo cercano a lo universal. ¿Quién?, ¿cómo?, ¿por qué? Enseñar a discernir mientras se aprende a contar, leer o escribir y expresado en público de cuantos problemas lucen bajo el sol. Dejarle hablar y escuchar sin límite; tenemos niños aplastados, desatentos con su realidad, en una atrofia de muerte y lo hemos empezado ya a pagar. Los hacemos inteligentes y los conservamos vacíos.
Sólo estas dos habilidades, practicadas con sensatez y en toda su profundidad, pondrían activas las aulas. Lo saben los sicólogos pero no se sienten respaldados para enfrentarse a profesores alelados y a padres sin visión y malhumorados; profesores sin autoridad social, que siguen desarmados desde el franquismo, pasas más hambre.... Estamos a tiempo, que empieza el curso y cada vez quedan menos oportunidades. A algunos, si sabemos observar, ya les han costado caras sus deficiencias familiares no enderezadas en la vida escolar. La única manera de integrar a tantas familias dispares que presenta un barrio de hoy es la disciplina que sirve una actividad meditada e inteligentemente diseñada por profesionales atendidos, mimados y exigidos si hace falta. El daño que se está haciendo a los niños occidentales por un docente "sin vocación", que sólo es ponerle empeño, va a ser irreparable y atentará gravemente contra las sociedades. Les hemos dado demasiada información sin enfocarles su ilusión en la vida. La vida no es norma, es sobre todo esperanza, deseo, interés, alegría; sentimientos en suma, que son los motores humanos. Un maestro cercano y optimista embelesa al niño y al contrario, lo destruye. Cada aula debe ser un grupo que seduce en la aventura y eso sólo depende del profesor.

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